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España, en el correccional

España, en el correccional

jueves 23 de mayo de 2013, 09:41h
Quién nos iba a decir que España se convertiría en el alumno desaplicado al que siempre se castiga en un rincón de la clase. Estamos los últimos de la fila y siempre nos quedamos sin recreo. Cualquier mercader de Bruselas nos repasa la cartilla y después nos muele el cuerpo a golpes. La lista de reprimendas es insufrible y no hay padre que rescate a los españoles de un internado tan desolador y desequilibrante. Nos hemos reformado a conciencia y mejoramos suficientemente, respetamos las nuevas normas de urbanidad y conducta que nos imponen en Europa, apretamos los codos contra la mesa, pero siempre aparece algún profesor dispuesto a disciplinarnos a base de bofetones destemplados. Basta con un borrón en el cuaderno de la aritmética presupuestaria o algún botón desabrochado en el uniforme de las reformas para que un tutor comunitario nos coloque sobre la cabeza el capirote con las orejas de burro.

De tanto correctivo aplicado sobre el costillar de España, son ya demasiados los compatriotas que observan con temor y recelo cualquier movimiento en los pasillos de la comunidad. Últimamente todo lo que desde allí nos llega empeora nuestro bienestar social y nos empuja al más oscuro de nuestros pasados.

Mucho me temo, de seguir así las cosas, que haya que buscar con un candil a los pocos europeístas que vayan quedando por estas tierras. Siempre me consideré más meridional que occidental, más mozárabe que castellano viejo, mejor acondicionado para el sur que para el norte, más comprometido con los ciudadanos del mar más antiguo que con las tribus bárbaras afincadas en las estepas brumosas y los bosques negros; pero compartí solidariamente la alegría provocada por nuestra tardía incorporación a la Comunicad Europea, entidad que convivió con la eterna dictadura de Franco sin demasiados aspavientos, dicho sea sin rencor alguno. Llegaron entonces los fondos precisos para equipararnos en dotaciones y estructuras con las naciones hermanadas y las ayudas necesarias para reflotar los sectores económicos embalsamados y empobrecidos. España era en aquellos tiempos un discípulo aventajado al que no le faltaba la tutela entusiasta de los europeos. Ahora permanecemos enclaustrados en el cuarto oscuro de los malos estudiantes.

Y así estamos, repitiendo curso año tras año, sin sacar adelante las asignaturas suspendidas, sin aprobar las reválidas diseñadas por Angela Merkel y sus compañeros de claustro, matriculados en disciplinas equivocadas, incapaces de aprobar las evaluaciones impuestas por los pedagogos de la austeridad y el monetarismo. Estamos ya mayorcitos para cambiarnos de colegio, pero no estaría mal que nos fijáramos en otros planes de estudio más adecuados a nuestra situación actual.

En Estados Unidos y Japón estudian otras materias muy distintas, en ambas potencias se viene aplicando una política económica muy diferente a la que se ha sacramentado en Europa, una estrategia que prima el crecimiento sobre el control obsesivo del déficit, la inversión productiva en aquellos sectores que crean empleo, la circulación del dinero facilitado por sus respectivas reservas nacionales y la certificación rápida y barata de créditos preferenciales para las pequeñas y medianas empresas. Estos dos países crecen y generan empleo para sus trabajadores, mientras que Europa cae en la recesión y se puebla de parados. El Gobierno de España debe alinearse con aquellos colegas europeos que luchan por modificar los criterios erróneos de Alemania y sus países satélites, sobre todo con nuestros vecinos franceses e italianos. España debe recuperarse de tantas reprimendas recibidas y aprenderse otras lecciones más adecuadas a su situación; de lo contrario nunca saldremos del correccional donde estamos cautivos.
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