Plazas manipuladas

Nos encontramos con una nueva plaza revolucionaria, la plaza Taksim de Estambul, pero debemos tener cuidado porque podemos equivocarnos y no advertir la manipulación que hay detrás como ocurrió en la plaza Tahrir de El Cairo o en la Puerta del Sol de Madrid.  No malinterpreten esta afirmación de manipulación.

Es obvio que la espontaneidad que pueda existir en este tipo de concentraciones puede ser verosímil al principio, producto de un estado de ánimo concreto, pero después derivan en situaciones que responden a intereses ocultos o, al menos, algo inconfesables.  Hay manos que mecen las cunas,  hay protestas en las plazas que generan esperanza o incertidumbre.

Creo firmemente en la necesidad y el derecho de los ciudadanos a manifestarse libremente a favor o en contra de una forma de gobernar o de una política económica restrictiva y unilateral. Pero también estoy convencido de que casi nada es casual en este mundo interconectado y globalizado donde el dominio de las redes sociales puede proporcionar una dimensión sobrevalorada de una acción que no lo merece donde la TV es la clave fundamental.

Las consecuencias posteriores son lamentables como demuestra la experiencia que hemos citado antes de El Cairo y de Madrid. Rechazo rotundamente que este recelo que manifiesto por la sacralización de las protestas en las diferentes plazas del mundo pueda interpretarse como una negativa al legítimo derecho de manifestación de cualquier persona, sea quien sea y esté donde esté, y lo que es más trascendente, que no apoye sus demandas verdaderas de libertad y de democracia. Ni mucho menos.

Lo que hay que entender y conocer es la idiosincrasia de cada país, de cada cultura, de cada pueblo para no fomentar ciertas protestas que van a degenerar en desestabilización y crisis. No quiero dictadores; pero tampoco quiero que los integristas islámicos se hagan con el poder en esos países sajando sin piedad cualquier tipo de libertad, de estado de derecho, de iniciativa privada, de partidos políticos, de derechos de la mujer y de todo aquello que no se identifique con la sharia o ley islámica. En una plaza caben muchas personas pero no tienen por qué representar a la gran mayoría.

En Turquía, no es aceptable la islamización de la sociedad por decreto pero cuidado con quién manipula las protestas, aunque sean muy legítimas.