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Bárcenas, una hidra de mil cabezas

Bárcenas, una hidra de mil cabezas

jueves 11 de julio de 2013, 16:32h
Luis Bárcenas se ha convertido en todo un personaje. Los odios y los ojos se centran no tanto en su figura como en lo que puede decir o documentar. Es algo así como una hidra de mil cabezas. No se sabe que tentáculo va a exhibir, ni cuando, ni como. Entre unos y otros -unos más que otros- le hemos convertido en un hombre "clave". Tan clave que, al parecer, si dijera todo lo que sabe podría hacer caer al Gobierno.

   El llamado "asunto Bárcenas" es, sin duda, un asunto jurídico de primer orden. Los tribunales tendrán que establecer y dictar culpas, y sólo la Justicia puede dictar ese veredicto. Pero además, el "asunto Bárcenas" se ha convertido en un asunto de opinión pública y la democracia es, antes que nada, un régimen de opinión pública y la opinión pública se divide entre la estupefacción y el escepticismo.

   Rajoy es un hombre rocoso. Capaz de aguantar lo que le echen y ya en febrero, además de proclamar con total contundencia que él nunca había cobrado ni repartido dinero a nadie, ya adelantó que si alguien trataba de doblegarle, nada iba a conseguir. Antes y cuando ya comprobó que Bárcenas no era lo que parecía, el Presidente no es que le dejara caer, es que no impidió -hubiera sido un escándalo impropio de una democracia- que la justicia actuara con absoluta libertad. No tuvo miedo el Presidente del Gobierno.

   Después de unos meses de cierta tranquilidad, los tentáculos han vuelto a aparecer y Bárcenas se ha convertido en el centro de nuestra vida política. Llegados a este punto ha llegado el pulso. Rajoy ha decidido no bailar al son de Bárcenas y todos los demás han sentenciado que es esa y no otra su pareja de baile. O baila, o se entera.

   En algún momento y no precisamente cuando Bárcenas quiera, el Presidente debería hablar. Recordar su declaración de Febrero y, en mi opinión, ir un poco más allá y decir algunas cosas que, con toda seguridad, podría decir, pero que prefiere callar. Pienso que si Rajoy dijera todo lo que sabe, es muy probable que la "bomba de relojería"  fuera una auténtica "bomba atómica". El Presidente no es un dinamitero pero algo debe decir no sea que su silencio se interprete como miedo o debilidad. En algún momento, la opinión pública se merece que el protagonismo de Bárcenas sea sustituido por otros referentes.

   Dicho esto, no puedo por menos que preguntarme si es razonable que un hombre sobre el que pesan indicios más que razonables de amasar una fortuna de manera poco explicable, que ha mentido a tirios y troyanos y que mantiene que todos son "tóxicos" menos sus propios dineros, debe merecer tanto protagonismo, atribuirle tanta credibilidad. ¿No será él, que es el que acusa, el que debe demostrar los pecados ajenos?. ¿No será él quien deba demostrar el origen lícito de sus dineros?. ¿No será a él a quien habrá que pedirle explicaciones de sus múltiples andanzas?.

   Hay que esperar porque las sorpresas están al orden del día, pero, insisto, en algún momento el Gobierno y el PP deben salir al paso pero no con comunicados de diecisiete palabras, sino con tanta artillería o más que la que se atribuye al extesorero. Contundencia para contestar a Bárcenas, contundencia para evitar que haya quienes crean que sólo a Esperanza Aguirre le "abochorna" la posible corrupción... Rajoy, que nadie se engañe, también tiene su propia artillería.

   La Oposición ha optado por subirse a la grupa de Bárcenas. Nada se hará mientras el Presidente no de explicaciones pero, ojo, Bárcenas no es un no es un noble caballo, sino una hidra de mil cabezas. No seré yo quien niegue que el delincuente más delincuente puede decir también verdades pero no estaría mal una reflexión general sobre el papel y poder que, en democracia, se debe dar a personas sobre las que pesan serios indicios -el juez así lo considera- de comportamientos delictivos. ¿Deberíamos creer a lo que algún imputado en los EREs de Andalucía pudiera decir de Chaves o de Griñán?. Pues, cuidado, porque eso puede ocurrir y los socialistas también pueden verse atrapados por los tentáculos andaluces. En un caso y otro y por cuestión de principios, de convicción democrática, a mi me tendrán que demostrar que Chaves o Griñan no son inocentes. De momento, Bárcenas me tendrá que demostrar que el Presidente del Gobierno y todos aquellos a los que la hidra de mil cabezas trata de atrapar no son personas  honorables. Si lo demuestra, todos a la calle y a elecciones. A grandes males, grandes remedios...
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