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Levando anclas

Levando anclas

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 13 de agosto de 2013, 14:45h
Gibraltar es como un quiste permanente que enrarece las relaciones entre los Reinos de España y Gran Bretaña, desde el día de su ocupación como botín de guerra hasta la fecha. No está de actualidad solo por este o aquel incidente o por esta o aquella visita. Las visitas y los incidentes pasan a primer plano porque subyace un problema de fondo sin resolver. El problema no se reduce a una cuestión de soberanía, aunque esta cuestión sea la constante reivindicación española, sino que es un problema de coexistencia, en tanto que la reivindicación no se consiga, lo que no parece nada fácil, porque, como escribía Lord Garel-Jones, ni España va a renunciar nunca ni el Reino Unido va a dar jamás un solo paso. Cada uno por su lado, sin dar juntos pasos resolutivos.

Esto no quiere decir que las cosas no hayan cambiado desde el origen de la ocupación hasta la fecha. Primero fue una base -puerto y fortaleza- que desplazó a la población originaria, sin servidumbres ni comunicaciones terrestres. Una base estratégica, que era operativa para las proporciones de otras épocas. Luego dejo de ser operativamente útil para convertirse en un modesto apeadero -por ejemplo, el portahelicópteros "Illustrious" necesita Rota para atracar en el despliegue de unas maniobras- y la única y discutible pista aérea tiene que ser utilizada sin alternativa por el tráfico civil y militar, interfiriendo de cuando en cuando la comunicación terrestre. Ello no es óbice para que la peculiar geografía -Punta Europa- mantenga un valor como punto de control y observación del Estrecho. Pero la legendaria Punta Europa está separada de Europa por una moneda diferente y un tratado de Utrecht arcaico. 

La minusvaloración del hoy enclave colonial ha provocado la curiosa circunstancia de que la población, sobrevenida a la sombra de la ocupación militar, con las características típicas de una comunidad de mercachifles, haya pasado de estar protegida por la presencia de la base militar a que la base haya pasado a utilizar como escudo humano defensivo las aspiraciones o intereses de la población sobrevenida. No puede ocultar esta realidad la aparatosa recalada de algunos barcos de la Royal Navy de paso por aquellas aguas, como podría pasar un crucero turístico. La frontera no está protegida por la fuerza de las armas sino por los intereses de un turbio oasis fiscal. Demasiados intereses, abusos ilegales y poca estrategia. Esta es la realidad que intenta disimularse con escenografías como de la película musical "Levando anclas".

Sería inútil el valor estratégico de un punto de control entre el Mediterráneo y el Atlántico si dicho punto no estuviese coordinado dentro de las alianzas que afectan a la zona aeronaval en cuestión, la OTAN y las cooperaciones bilaterales entre España y Estados Unidos y España y el Reino Unido. Es decir, que el punto estratégico solo puede ser efectivo como vértice del triangulo Rota, Morón, Gibraltar. Esto es lo que están interfiriendo tanto los negocios marginales de la Roca como las expansiones ilegales que organizan las autoridades de la localidad al socaire de la base. Es de elemental razonamiento pensar que estarían mejor garantizados los derechos de aquella población civil si una negociación transformase los conflictos interminables de soberanía en acuerdos de cooperación y convivencia que, simultáneamente, respaldase las libertades locales de la pequeña población y diese satisfacción a la reivindicación española. La liberación del anacrónico formato colonial, que subordina a una pequeña sociedad local a las vicisitudes de una instalación militar impuesta y aislada de su entorno y del sistema internacional de alianzas defensivas, legalizaría cualquier fórmula diplomática por singular que pudiera parecer. La actualización del enclave estratégico por acuerdo entre las potencias aeronavales operativas en la zona sería como volver al significado de una fortaleza occidental efectiva. Que la base proteja a la población vecina y no que la población sea explotada como escudo humano para justificar la perduración inmovilista de una base precaria, aislada y anticuada.

La prosperidad estable de aquella población no reside en los rellenos de cemento ni en actividades fuera de legalidad, ni en un sórdido trapicheo ni en una picaresca financiera, sino en el entendimiento internacional. No existe derecho a decidir de quienes no pueden decidir entre ser o no ser un apéndice colonial que mantiene la imposición de un estatus recortado de soberanía. Es ridículo hablar de la autodeterminación en casa de unos habitantes que están forzosamente determinados como súbditos de una colonia, sin más capacidad de decisión que las que tenga a bien concederle la metrópoli. Su única capacidad de decisión humana es la de ese "queremos ser británicos" que nadie les va a discutir, ni en Gibraltar ni en Sotogrande. La autodeterminación solo puede emanar de las instituciones respetables que les brinde un acuerdo de rango internacional y universalmente aceptado que libre a aquel territorio de lo que ellos llaman el "maldito Tratado" de Utrecht. Mientras no lleguen los tiempos de un acuerdo internacional no puede considerarse estable ningún estatuto local. El señor Picardo puede seguir con sus picardías más o menos tiempo. Pero, aunque hoy parezca tan difícil que los dos Reinos lleguen a un acuerdo a plazo medio, los conceptos estratégicos, la tecnología militar, el derecho comunitario de Europa, la doctrina de Naciones Unidas y la globalización de las reglas económicas del mundo, van a hacer factible lo que hoy parece inviable. La táctica imprudente del señor Picardo, además de provocar molestias a los trabajadores colindantes, inquieta vanamente a la opinión pública internacional. Picardo y sus picardías no tendrán nunca otra recompensa que fotografiar desde su caserío las idas y venidas de un espectáculo marinero al estilo de "Levando anclas".

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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