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Un espacio de libertad desaprovechado

Un espacio de libertad desaprovechado

miércoles 21 de agosto de 2013, 10:05h
Naturalmente que me proclamo un entusiasta de Twitter. Sigo a más de un millar de personas y me siguen algunos miles, tal vez pocos en comparación con otros muchos, seguramente muchos dados mis pocos merecimientos y le escasa chispa de la que soy capaz en mis mensajes. Pero ahora que algunos, desde posiciones pretendidamente intelectuales, abominan de ella, pienso que esta red social -y otras, claro, aunque alguna necesite una revisión-es un inmenso avance en lo que significa de espacio de libertad y comunicación. Su éxito es, por supuesto, muy merecido. Por eso mismo, me duele que algunos desaprensivos, de esos que hacen un culto del mal gusto, de la inoportunidad y del abuso, ensucien esta magnífica autopista de información y diálogo, aunque sea un diálogo en apenas ciento cuarenta caracteres. Lo digo, ahora, por el 'caso Cristina Cifuentes'. Pero hay muchos más.
 
Lo de Cristina Cifuentes, la accidentada delegada del Gobierno en Madrid, a quien deseo, desde luego, una rápida recuperación, ha sido, en las manos torpes de algunos que golpean el teclado, más que escribir sobre él, lamentable. Hay quien ha aprovechado la desgraciada colisión de su moto con un automóvil, en pleno centro de Madrid, para hacer gracietas sin gracia alguna, o para arrimar el ascua a quién sabe qué otra sardina política o, simplemente, para denigrar su figura, con la que algunos, muy legítimamente, no están políticamente de acuerdo. Triste episodio el de estos cafres -perdón: así los percibo--, a los que hay que sumar, por poner ejemplos recientes, otros, que aprovecharon una fotografía del presidente del Gobierno para hacer todo tipo de burlas absurdas sobre su físico, y otros más, a los que en los últimos días he tenido oportunidad de denunciar en la propia Red, que piden que se 'decapite' a los 'fascistas' de un determinado partido político, que casualmente es el que gobierna. Menudo ejemplo de diálogo.
 
Ya sé que estas salidas del tiesto son, menos mal, casos bastante aislados. No tan aislados como uno quisiera. La verdad es que yo mismo, a cuenta de unas declaraciones que se me atribuyeron falsamente en una radio, he sido víctima de la desmesura, de la calumnia y de las amenazas tuiteras de un puñado de fanáticos azuzados por un partido extremista catalán, aun cuando esa radio ya había rectificado su error.  No importa: la realidad no puede estropear una buena difamación cuando quien lanza el mensaje quiere calumniar, torcer la verdad o, simplemente, hacer un chiste más o menos intencionado y seguro que siempre desafortunado: la falsedad también cabe en la Red, cómo no.
 
Creo que la abrumadora mayoría de usuarios de las redes, gentes que quieren compartir ideas, beneficiarse de experiencias y conocimientos ajenos, deben ser la primera interesada en excluir, por la vía del silencio y del desprecio,  a los energúmenos que, sin nada mejor que hacer, todo lo destrozan a su paso. Precisamente para garantizar así la libertad de quienes creemos que, en efecto, Twitter y compañía están hechos para mejorar nuestras vidas, no para emponzoñar las de los demás. Todo eso, lo bueno y lo malo, es posible en ciento cuarenta caracteres.

>>El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>
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