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Los 13 votos impensables en el Congreso español

Los 13 votos impensables en el Congreso español

viernes 30 de agosto de 2013, 19:52h
Lo que le ha ocurrido en Gran Bretaña a David Cameron, perdiendo por 13 votos una votación crucial para acompañar a Estados Unidos en su intervención en Siria, es impensable que le ocurriera en España a Mariano Rajoy o a cualquiera de sus predecesores en el palacio de La Moncloa. Es una de esas diferencias que ponen de manifiesto las virtudes y defectos de la democracia en la que vivimos en Occidente: en la Isla por excelencia está viva, los parlamentarios son capaces de oponerse a su líder y votar por su cuenta, de tener capacidad de opinión y de manifestación de la misma. Se deben a sus electores de forma directa y no a la burocracia del partido y las listas cerradas y bloqueadas. Son más libres, sin que eso signifique que no se mueven por intereses y acepten pactos, pero si creen que los ciudadanos a los que representan opinan de forma distinta a lo que desea el gobierno de su partido, le dicen no a su primer ministro y se quedan tan anchos.

En España nuestros diputados no se juegan el puesto, ni su aparición en las listas futuras, obedecen a las indicaciones digitales del jefe del grupo por más que en su interior estén en contra y que les gustaría decir y hacer lo contrario de lo que se les ordena y manda desde la dirección. Y da lo mismo que estén en el poder que en la oposición, son dueños de su escaño solo temporalmente, dependen de la dirección de su partido y de la voluntad de quien lo preside para estar o no en una lista.

Existe otra diferencia importante entre el Parlamento británico y el Congreso español. Allí se discute de todo y a cara de perro, sin que los que mandan puedan confiar en que tienen ganadas las batallas ni siquiera entre los suyos. Aquí, antes de votar, ya se sabe lo que va a ocurrir, pues depende de las mayorías mecánicas y absolutas o de los pactos de pasillo. Por esa razón, entre otras que parten de los mismos defectos electorales, la sociedad española les está dando la espalda y les tiene en tan poca estima como aparece en todas las encuestas.

Es posible - el propio líder laborista Ed Miliband ha dejado esa puerta abierta - que en unos días el mismo Parlamento cambie de criterio y pase a apoyar la intervención militar, basada en datos contrastados por los inspectores de la ONU y con el respaldo del organismo internacional. El secretario de Estado de USA, John Kerry, ha adelantado algunas informaciones de sus servicios de información que quieren confirmar que el empleo de armas químicas en Siria ha tenido lugar y que ha sido el régimen de El Assad quien las ha empleado. Tiene un problema: esos mismos servicios secretos fueron los que aseguraron que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Luego resultó que los analistas y expertos se habían equivocado pero los muertos en Irak siguen diez años más tarde.

Ocurra lo que ocurra en Siria - con Estados Unidos dispuesto a intervenir con o sin el respaldo de la ONU - lo que tiene de lección democrática la votación en los Comunes en contra de Camerón es que sus diputados no aceptan cualquier trágala y quieren ver las pruebas antes de decidir una acción. Algo que no responde a la menor de las lógicas: si Assad es culpable lo lógico, lo sensato y lo legal no es bombardear a su pueblo, a sus ciudadanos, sino llevarle ante la justicia internacional, abrirle un proceso - con su presencia o sin ella- y con la sentencia en la mano obrar en consecuencia.

Decir que se pretende bombardear como castigo al presidente sirio, pero que no se piensa ni en su derrocamiento, ni en su derrota ante los rebeldes bien armados, suena tan falso que hace aún más difícil aceptar los argumentos y las informaciones que nos llegan desde Irak filtradas por los servicios informativos norteamericanos. Si es culpable deberá ser acusado de genocidio y condenado como un brutal criminal contra su propio pueblo. Pero la acusación debe probarse de forma independiente, y no aparecer como una nueva excusa en el ajedrez internacional de Oriente Medio que permita hacer su agosto a unos pocos, y proporcionar nuevos argumentos al islamismo más radical, ese que crece día a día en ese trozo tan castigado por la historia desde hace miles de años.
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