domingo 01 de septiembre de 2013, 17:37h
El Papa
Francisco lanzó ayer "un grito por la paz". "Nunca más la
guerra, la guerra llama a la guerra, la violencia llama a la
violencia. No es la cultura del conflicto la que construye la
convivencia, el encuentro. El diálogo es el único camino para
alcanzar la paz" dijo en el Ángelus del Vaticano. Pero Estados
Unidos, con la ayuda de otros países como Francia, se prepara para
una guerra en Siria, que parece muy difícil que detenga el Congreso
norteamericano. Una acción que, según el presidente Obama, Premio
Nobel de la Paz, será "una intervención militar limitada que no
pretende derrocar al dictador El Asad", sino frenar su ofensiva y
dar respuesta al ataque a ciudadanos civiles con armas químicas.
Durante dos
años, Europa, Estados Unidos y las Naciones Unidas han mirado para
otro lado, a pesar de los cientos de miles de muertos y los millones
de refugiados que han tenido que huir a otros países.
Durante dos años
interminables, los opositores a El Assad no han contado con la ayuda
necesaria para que su lucha fuere en igualdad de armas con la
terrible maquinaria del genocida. Siria no era Egipto ni Túnez y la
primavera árabe era menos primavera en Damasco.
Durante dos
años, y ahora de nuevo, Rusia -con el apoyo de China- prefiere
defender sus intereses económicos y geoestratégicos antes que
obligar a El Asad a que acabe con esta matanza de inocentes.
Durante estos
dos años y, previsiblemente, aún más en las próximas semanas,
miles de niños han muerto y van a morir sin que nadie haya levantado
una voz por ellos. Niños que como también ha dicho el Papa, no
podrán ver la luz del futuro.
Durante no dos
años, sino muchas décadas, las naciones occidentales se han
aprovechado del mundo árabe y no han tratado de establecer
verdaderos puentes de diálogo y de impulso a su progreso, que es la
única salida posible frente a los dictadores y los fanatismos.
Ahora, una acción militar limitada en el tiempo y en su intensidad,
que, además, no ponga las bases para la salida definitiva de El
Assad, sólo servirá para fortalecerle como víctima de una agresión
internacional, para dar más fuerza a los integristas árabes, para
aumentar el número de víctimas y para incrementar la represión.
Antes de la
intervención militar hay que forzar el diálogo y la negociación
entre las grandes potencias y entre éstas y el régimen de El Assad.
Hay que acabar con el conflicto mediante la presión al dictador, un
genocida que debe ser juzgado y condenado, y poniendo las bases para
un futuro de paz. La comunidad internacional debe ser capaz de
encontrar métodos para promover iniciativas por la paz. Si no es
capaz de conseguirlo, ¿para qué sirve? Ni en Irak ni en Afganistán
ni en ningún otro sitio la intervención militar ha sido la
solución. En Siria tampoco lo es. Los que deciden serás juzgados
por su conciencia y por la historia.