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Extraños en su tierra

Extraños en su tierra

miércoles 25 de septiembre de 2013, 20:36h
El secesionista Junqueras oferta la posibilidad de adoptar la doble nacionalidad a los que se sientan españoles cuando Cataluña sea un estado independiente. Una etiqueta que facilitaría la existencia legal de ciudadanos duales en un territorio que siempre fue español. Así no se sentirían, digo yo, extranjeros en su propia tierra. Lo que no aclara Junqueras es qué pasaría si todos los habitantes que vivimos fuera de Cataluña solicitáramos la nacionalidad catalana para sentirnos integrados en lo que siempre fue España. Todavía más: qué paraguas jurídico cubriría a los catalanes residentes en lo que antes era la patria común de todos. El enredo sería colosal y las combinaciones posibles de identidades complementarias o superpuestas, un auténtico disparate. No me extraña que toda Europa contemple estupefacta las maniobras de nuestros separatistas locales. Solo falta ya que Junqueras y sus colegas de Convergència volvieran a reivindicar el renacimiento de los Países Catalanes y sus antiguos dominios en Sicilia y en el sur de Italia. En ese caso, Esquerra Republicana tendría que imprimir todo un catálogo de nacionalidades acumuladas.

Lo que más  me sorprende es que nadie afronte la situación y retire de los carteles este sainete insufrible. La burguesía catalana, olvidándose del buen sentido que siempre caracterizó a sus gentes, permanece encerrada en sus torres y contempla silenciosamente el bandazo radical de sus más queridos representantes políticos. Intuye que la izquierda separatista devorará a Convergència y que todo lo que han construido a lo largo de tantos años, dentro y fuera de Cataluña, con su esfuerzo y el de todos los demás compatriotas, se derrumbará si algún día gobiernan los ultramontanos de Junqueras. Toda la credibilidad de la que ahora disfrutan, dentro y fuera de Cataluña, se consumirá en la hoguera que ha encendido Artur Mas. Saben que no es posible una Cataluña próspera y pujante separada de España y fuera de la Comunidad Europea. Pero no salen a la calle para decir a todos lo que temen. Saben también que la resultante de tanto despropósito sería un país dividido en dos comunidades, quebrado financieramente, abandonado a su suerte y aislado de su ámbito geográfico y económico natural. Han comprobado también cómo nuestros socios no comprenden estos soberanismos sobrevenidos y disolventes en el seno de la Unión, y menos en los tiempos que corren. Ahora se trata de renunciar a porciones sensibles de soberanía nacional para brindar un futuro común saludable. Así son las cosas, diga lo que diga el señor Mas y su compadre Junqueras.

El Gobierno de España, a imagen y semejanza de su presidente, se mantiene inactivo, inmóvil, como si el paso del tiempo fuera a resolver el problema. Hemos comprobado de sobra lo que entiende Mariano Rajoy por líneas rojas, y mucho me temo que cuando quiera intervenir, si es que se decide a ello, ya no servirá un simple remiendo para coser el desgarrón institucional producido. No se trata de españolizar Cataluña ni de catalanizar España, como ha dicho alguno de los dirigentes del Partido Popular, ya que ambas cosas son la misma mientras no se demuestre lo contrario. Se trata de marcarle un límite claro a la contumacia del leal de los nacionalistas y encajar a las nacionalidades históricas en la estructura descentralizada que regula nuestra Constitución. El PSOE, como le reclaman muchos de sus dirigentes históricos, debería ser lo que siempre fue: un partido nacional capaz de gobernar España, y no la suma de partidos comparsas de ideologías y proyectos políticos que nunca fueron suyos. Mientras no se desprenda de los compañeros títeres de otras formaciones y supere los complejos que empequeñecen a sus líderes actuales, no tendrá nada que hacer. Solo volverán a gobernar España cuando expliquen a la ciudadanía qué entienden por España y cómo quieren gobernarla.

Mientras tanto, señor Junqueras, yo que nunca he sido nacionalista, ni voy por el mundo cantando aquello de "¡Viva España!", yo que me siento meridional y europeo por los cuatro costados e internacionalista por convencimiento personal, nunca solicitaré la doble nacionalidad. Ya la tengo.
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