¡Que bote la UGT!

No hay mal (dato) que por bien no venga. Que los adultos españoles seamos los últimos de Europa en matemáticas no es una mala noticia. Indica que no son demasiados los ciudadanos de este país que  saben sumar a sus ingresos lo que no es suyo, restar de lo que es de todos, multiplicar indignamente sus beneficios y dividir nuestros ingresos. Que seamos los penúltimos en comprensión lectora significa, entre otras cosas, que no nos enteramos de nada y que los chorizos pueden contarnos una de vaqueros y nosotros nos la tragamos sin rechistar. Y que ellos ni se inmutan.

Tal vez por eso, algún responsable de la UGT de Andalucía puede decir sin que le cambie el color que no es para tanto lo que se va descubriendo y que la mayor parte de los sindicalistas son personas serias, honradas y decentes. Faltaría más. Pero resulta que ese mismo sindicato amenaza con movilizaciones para protestar contra la reforma de las pensiones, pero no dice nada sobre la golfería que la juez Alaya viene poniendo encima de la mesa un día sí y otro también. Ese sindicato hace un ERE y despide trabajadores aplicando la reforma laboral que ha combatido "a muerte". O se gasta medio millón con una visa, paga la vivienda a alguno de sus dirigentes, da sobresueldos en billetes de 500 euros, subvenciona mariscadas, compra maletas, infla facturas con proveedores que están dispuestos a lo que sea con tal de cobrar lo que le deben, hace contratos ficticios, monta campañas de Navidad con dinero público o paga chucherías con la visa sindical...¿Quién va a venir a invertir en un país donde el partido que Gobierna tenía un tesorero que escondía millones de euros en Suiza; la oposición tiene historias por un tubo para arrepentirse; una comunidad autónoma en la que está bajo sospecha desde su último presidente hasta varios consejeros y decenas de altos cargos por habérselo llevado crudo, por haber tolerado la corrupción o por no enterarse de nada de lo que pasaba; partidos que se financiaban con el 3 por ciento de las obras públicas o de centros culturales; ayuntamientos donde el dinero público se lleva a casa en bolsas de basura; y autonomías que pretenden separarse del Estado mandando la legalidad a un sitio que no debemos nombrar?

Los sindicatos son necesarios, pero sólo si están al servicio de los trabajadores y no de algunos de sus dirigentes. UGT debe dar explicaciones urgentes y al nivel más alto. En Andalucía y en Madrid. El silencio o echar balones fuera es sólo reírse de nuestra escasa capacidad de contar o de nuestra pésima comprensión lectora. ¡Que bote la UGT! O, mejor, que boten a todos los dirigentes sospechosos de corrupción. Es la única manera de recuperar alguna credibilidad.

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