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Que no me toquen a Montoro

Que no me toquen a Montoro

miércoles 09 de octubre de 2013, 16:06h
No sé si electoralmente sería como la maldición gitana para el Gobierno. Ya saben, "no te tenías que morir nunca, siempre enfermo". Pero como periodista me veo en  la obligación de pedir al presidente Mariano Rajoy que mantenga de por vida como ministro a Cristóbal Montoro. Eso sí, me da igual la cartera que le asigne en cada momento. Pero siempre en el Gobierno. Muy dado a jugar con las palabras, a buscar frases que se hagan célebres en los medios digitales y en las redes sociales y a no desperdiciar ni un segundo frente a los medios de comunicación para demostrar su indudable ingenio dialéctico, el ahora ministro de Hacienda es un chollo porque da titulares sin cuento, de esos que siempre llaman la atención. Jamás dejan impasible al personal. O estás con Montoro o contra él, pero nunca indiferente. Y a mí, desde luego, que no me lo quiten. Porque la crisis, aplique o no nuestro protagonista lo mejor de sus capacidades y conocimientos dirigiendo el ministerio de Hacienda, algún día pasará. Casi da igual lo que haga, aunque él, lógicamente, no lo piense así. Pero es que un buen  titular para abrir un telediario, un digital o un informativo de radio no lo hace cualquier político.  Y en eso sí que el titular de Hacienda es el rey. El último prototipo diseñado por la hiperactiva factoría del ministro es esa afirmación suya de esta mañana en el Congreso de que "los salarios no están bajando en España, moderan su crecimiento".

Una legión de ciudadanos con sueldos que "han moderado su crecimiento", en los últimos años, o sea, que se lo han bajado,  asentirán sin duda ante la nueva gracieta del ingenioso portavoz del Ejecutivo al mismo tiempo que proferirán todo tipo de improperios y gestos , no tan moderados como el supuesto crecimiento de sus salarios, dirigidos a su autor. A ellos se unen otros muchos que han recibido ya la llamada de su dirección de Recursos Humanos. "O te bajamos el sueldo un x por ciento (x es casi siempre superior a 30) o te tendremos que incluir en un ERE". Millones de españoles que lo están pasando mal, muy mal, van a pensar que encima se ríen de ellos precisamente en la sede de la soberanía nacional donde, supuestamente, deberían representarse sus inquietudes y buscar soluciones a sus problemas. Porque en esta ocasión el ministro graciosillo ha ido mucho más allá que en ocasiones anteriores en las que tuvo a bien, por ejemplo, con descalificar a todo  el cine español -"pierden dinero porque es malo"- o en gastar bromas con los burócratas de Bruselas a los que, por cierto, iba a pedirles dinero -"los hombres de negro", fue la broma-. O aquella otra boutade, esta vez en petit comité, de "que se caiga España, que ya la levantaremos nosotros". En esta ocasión la estulticia va más allá de las manías personales de este ministro con un sector cultural, de la incontinencia habitual del lenguaraz compulsivo en que se ha convertido o de la euforia desmedida y sectaria de quien acariciaba el poder que se sentía próximo. Recuérdese también en la antología de Montoro aquella otra afirmación suya de hace unos años cuando España, según su criterio, "acaricia ya los cinco millones de parados", dicho cuando las cifras siniestras superaban los 4,5 millones de desempleados en época del Gobierno socialista.

La ofensa de ahora supera a colectivos concretos y no necesita ni siquiera ser rebatida  con las estadísticas del INE, o por el mismo proyecto de presupuestos generales del Estado para 2014, ni siquiera con las declaraciones de su propio presidente hace solo unos días en Japón, cuando decía que un factor positivo para que los inversores nipones invirtieran en España era que habían bajado los sueldos. Supera también las impresentables metáforas de toda la trayectoria del PP por el Gobierno, donde no hay recortes, sino reformas; no existe copago, sino una racionalización del gasto farmaceútico; no cae el PIB, sino que registra crecimientos negativos; no se rebajan las pensiones, sino que se garantiza que no se congelen; no se conceden menos becas, sino que se prima el rendimiento académico; no se abarata el despido, sino que se flexibilizan las condiciones de trabajo; no tenemos una intolerable fuga de jóvenes licenciados al extranjero en busca de trabajo, sino que es una muestra de la movilidad exterior de España; no se ha incumplido el programa electoral con el que se ganó las elecciones, simplemente su aplicación se dilata en el tiempo; Rajoy no protegió a un tesorero delincuente, simplemente le defraudó...

Como periodista pido que no me quieten a Montoro. Pero como ciudadano sé que el ministro  se encumbra en el top ten del insulto a la inteligencia del personal. Y su mérito está en que es inacabable el suma y sigue de metáforas insoportables e insultantes elaborado por la nueva clase en el poder que se contenta con que sus adversarios políticos tampoco gozan de mayor crédito popular para seguir mintiendo sin el menor de los sonrojos. Y no se dan cuenta de que lo que más rabia nos da a los ciudadanos no es que nos engañen o lo intenten, sino que nos tomen por tontos. Que seremos  pobres en emolumentos pero muy orgullosos.


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