lunes 14 de octubre de 2013, 08:53h
Parece que los ciudadanos de la República bolivariana de Venezuela van a poder ser pronto más
venezolanos, pero mucho menos libres. Capitaneados por ese
adalid de las libertades, por ese vocero
de la dignidad y la independencia nacionales,
el presidente Nicolás Maduro,
más que digno sucesor de Hugo
Chávez, fuente en la que Maduro ha bebido
para poner en práctica la progresía, el populismo y la mano dura, según convenga en cada momento para la población
(ya se sabe, el palo y la
zanahoria; "son como niños" y, de vez en
cuando, hay que ponerlos en vereda), ha
tenido una idea luminosa, brillante, única, eficaz y, por supuesto,
totalitaria: poner en marcha El 'Noticiero de la Verdad'.
Maduro acusa a los medios privados venezolanos de no difundir los actos
oficiales y, por tanto, tratar de
"invisibilizar" los "logros" de gestión de su gobierno. Ante la situación, el presidente ha
decidido poner grandes remedios a
ese inmenso problema y así "El Noticiero de la Verdad" quiere constituirse
en el nuevo informativo obligatorio del Gobierno que, de ese modo, mantendrá
uniformemente informada a toda la ciudadanía patria.
Es probable que cuando
alguien sugiera al presidente
latinoamericano que está
reeditando, por ejemplo, viejas prácticas
de un antiguo y ya casi olvidado
jefe de estado español, llamado Francisco Franco, con la imposición del NODO y
el famoso "parte" diario,
Maduro niegue la mayor y diga que "de eso nada, monada".
Claro que, geográficamente
más cerca de nosotros, no ya un político, sino un intelectual de izquierdas, el
escritor francés Jean Paul Sartre, llegó a
decir en el pasado siglo
que era mejor que los obreros de
la Renault desconocieran la realidad
que se estaba viviendo en la Unión Soviética porque eso les desalentaría
y llegarían a perder la esperanza
en el sistema.
Galería de propagandistas
Son frecuentes entre
los políticos "iluminados" y sus acólitos las tentaciones
de manejar la historia, el derecho, la
antropología, o la disciplina que venga a cuento, no de acuerdo
a las opiniones serias, fundamentadas, técnicas y expertas de antropólogos, historiadores o juristas,
sino únicamente conforme a sus
intereses particulares y previos
a toda discusión racional sobre
el asunto... Rápidamente ponen en marcha la máquina de la propaganda, caiga quien caiga. Para ellos, lo que cuentan
son los fines, no la naturaleza de los
medios para conseguir lo que persiguen.
Sabían o saben mucho de propaganda
y comunicación al servicio de una causa -según los casos- personajes como
Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Fernández Kirchner, Evo
Morales, Fidel Castro o, ahora y de nuevo entre nosotros, el
catalán Artur Mas.
Cierto. Tampoco en la España
de nuestros días andamos muy
mal clasificados en el ranking del autoritarismo y en la manipulación de los medios. Sin ir más lejos, TV3, la televisión autonómica de Cataluña, dedicó más de 15 horas de
programación a glosar la cadena
humana por la independencia que se llevó a cabo el pasado 11 de
septiembre, mientras que a la manifestación en la barcelonesa plaza de Cataluña
que convocaron el pasado 12
de octubre partidos catalanes
como el PP o Ciutadans, además de un sinfín de
organizaciones cívicas, que reunió a más de 100.000 ciudadanos
catalanes (datos de la delegación de gobierno) la saldó dedicándole apenas cinco minutos. Y, por si este hecho fuera insuficiente para glosar la manipulación que TV3 pone
al servicio de la Generalitat, en un
programa infantil llamado
Info-K, se pudo ver a
niños de no más
de 8 o 10 años defendiendo la independencia de Cataluña. Probablemente
la cadena autonómica quiso
contrarrestar así las manifestaciones de uno de
los ídolos de los menores culés, el tan
manchego y catalán como español
Andrés Iniesta que, preguntado al
respecto, no tuvo ningún rubor en
afirmar que "me
siento español y me siento igualmente catalán. No es incompatible".
Me parece que, como en la época de Sartre, necesitamos también en estos tiempos un Albert Camus que sea capaz de
decir tranquila, sosegada y
firmemente que hoy, como siempre, "no necesitamos esperanza, sino verdad". Y, además,
sin mediadores que nos impongan ni la una, ni la otra, ni la esperanza ni la
verdad.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
|
|
Foro asociado a esta noticia:
Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
24306 | B T-M - 14/10/2013 @ 11:29:53 (GMT+1)
Ciertamente, señor Au Contraire; el nombre de "La Verdad" implica una buena dosis de prepotencia y soberbia, máxime cuando las distintas verdades ya fueron establecidas hace mucho y nunca pueden ser alcanzadas del todo, pero puede que con toda la arrogancia de su nombre el "Noticiero de la Verdad" escoja como lema bajo la cabecera el elegante latín de "in vino veritas".
24303 | Tojours au Contraire - 14/10/2013 @ 10:58:26 (GMT+1)
Y al lado del "Noticiero de la Verdad" falta por mencionar en el artículo la también propagandística "Comisión de la Verdad", como si sólo hubiera una, grande y cierta, ya se hubiera decidido de antemano cuál es y los comisionados estuvieran facultados para pontificar ex cátedra sellando el asunto para siempre. ¿Sería necesario añadir que las cualificaciones académicas de esos comisionados son las mismas que las de los Zapateros tratando de arreglar relojes?
|
|