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EEUU, la imagen refractada del conflicto mundial

EEUU, la imagen refractada del conflicto mundial

jueves 17 de octubre de 2013, 10:04h
Como se esperaba, justo al borde del precipicio, los líderes de los dos grandes partidos en Estados Unidos se han puesto de acuerdo en un pacto de mínimos para evitar la suspensión de pagos del país, al menos hasta que comience el próximo año. Mientras los ciudadanos del resto del mundo seguían con preocupación las noticias del conflicto político en la superpotencia americana, esperando que no se llegara a una emergencia que arrastrara a la profundización de la actual crisis económica, surgen en los medios las preguntas sobre el origen y la naturaleza del conflicto.

¿Se trata de algo coyuntural, referido simplemente al debate presupuestario? ¿La crisis tiene responsabilidades delimitadas, tanto del Presidente Obama como de los conservadores extremos del Tea Party? ¿Es un fenómeno estrictamente estadounidense, aunque afecte al resto del mundo?

En primer lugar, ya resulta evidente que el asunto va mucho más allá de un debate coyuntural sobre el presupuesto. Este asunto es, desde luego, donde se refleja el conflicto, pero la cuestión de fondo va mucho más allá. No por casualidad la Administración Obama no ha obtenido la aprobación de los últimos tres presupuestos que ha presentado. Definitivamente, hay un choque de trenes mucho más estructural que refleja dos visiones de país y de mundo que se han polarizado con la llegada de Obama al poder. Y este conflicto político está afectando a la gobernabilidad nacional, dando además una imagen de inestabilidad a Estados Unidos que no le beneficia y que preocupa mucho a la comunidad internacional. No es extraño que, desde varias regiones (pero sobre todo desde China), se eleve el discurso sobre la necesidad de "desamericanizar" el mundo.

Ciertamente, ese discurso obtiene bastantes simpatías en todo el globo. Sin embargo, creo que esa es sólo una parte del problema. En realidad, el asunto hay que verlo al revés. El conflicto político en Estados Unidos no es más que un reflejo del que se desarrolla a nivel mundial. Cierto, se trata de una imagen refractada porque tiene lugar en las aguas políticas estadounidenses, que tienen fuertes particularidades propias. Pero refleja bien, al fin y al cabo, el conflicto global que atraviesa este inicio del nuevo siglo, entre una visión descarnada de la globalización, donde el capital vuelva a tener la libertad de actuación que perdió durante los treinta años que siguieron a la postguerra y una visión del progreso apegada al desarrollo de los servicios públicos, sobre la base del funcionamiento favorable de la democracia política.

En otras palabras, pese a que desde los años ochenta la respuesta neoliberal a la crisis consiguió el liderazgo político, todo indica que esa victoria sigue sin consolidarse definitivamente. Algo que refleja que el conflicto que se viene dando en última instancia entre capitalismo y democracia sigue vigente. Desde luego, tal conflicto se difumina cuando la visión conservadora lidera el sistema democrático, pero en cuanto pierde la hegemonía política se manifiesta en toda su dimensión. Eso es exactamente lo que ha está ocurriendo desde que Obama llegó al poder.

No es de extrañar que lo visible del origen del conflicto sea una reforma sanitaria que a muchos europeos asombraría por lo moderada. Pero esa reforma significa en Estados Unidos un cambio importante en la orientación presupuestaria del país, algo que en el fondo implica un cambio de la visión del país. Y si ese cambio es apoyado desde la ciudadanía, el sistema democrático sufre un aumento de tensiones considerable. Y no estoy entendiendo el sistema político únicamente como la estructura y el funcionamiento institucional, sino incluyendo también la relación de esas instituciones políticas con la sociedad en su conjunto. De hecho, el Tea Party no es simplemente un grupo de ultraconservadores en el Partido Republicano, sino que es la expresión social de una extensa visión conservadora del país.

Dicho de otra forma, la perspectiva neoliberal y el capital desregulado se mueven como pez en el agua en el contexto global, porque no hay gobierno mundial que pueda regularlos. Pero en el interior de los países, esa visión de la economía desregulada tropieza de tanto en tanto con las exigencias de mayor control y orientación a lo público que aparecen desde el funcionamiento de la democracia política. Y ese conflicto está latente -o presente, como ahora en Estados Unidos- en todas las democracias del mundo. Quizás la situación cambiaría si hubiera algún tipo de gobierno mundial que redujera las distancias entre lo global y lo nacional. Pero eso no aparece ni de lejos en el horizonte.

El problema consiste en que mientras esa tensión dicotómica persista, las respuestas moderadas a la crisis, tanto socialdemócratas como de centroderecha, estarán fuertemente constreñidas. Por eso tiene tanto valor la facilidad con que los alemanes captan que es necesario un pacto centrista de Estado para defenderse de las turbulencias globales.  
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