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La felicidad eterna

La felicidad eterna

domingo 27 de octubre de 2013, 10:14h
La felicidad es un concepto tan relativo que adosarle la palabra eterna es una enorme contradicción. Además como toda nuestra lucidez de homo sapiens, y todo nuestro lenguaje, están basados en símbolos, es una verdad que nada puede existir sin su contrario. Rabelais diría que eso es tan verdad como que es imposible saber si el número de estrellas es par o impar. En consecuencia, la noción de felicidad no existe si no existe la noción de sufrimiento. Luego la felicidad eterna no existe. Menos mal. Porque al cabo tendríamos una condena, ya que sería obligatorio ser feliz, y la mayoría de los seres humanos, excepto esa raza que llaman los serviles, no vive feliz sin la libertad de elección. En todo caso pienso que lo eterno no es para esta vida. Al final uno acaba cansándose de todo. Miren a esos ricos que son tan pobres que solo tienen dinero. Si fueran una semanita pobres sí que gozarían más de su abundancia.

No quiero llamar con estas reflexiones al gozo del sufrimiento. Pues aunque sea verdad la teoría de los contrarios, uno tiene que tomarse estas cosas en plan especulativo. Hay que tener cuidado con las inmersiones en la práctica. Como decía la semana pasada ésta muchas veces lleva su camino autónomo que en nada se parece a la teoría. Aunque tampoco quiero despreciar la teoría pues sin ella estaríamos saltando de rama en rama, o tan extinguidos como Silvio Berlusconi. Cuando al gran físico Niels Bohr, que fue quien propuso el primer modelo cuántico del átomo, alguien le dijo que sus teorías no se adecuaban a la realidad, le contestó aquello de que peor para la realidad. Gran mente la suya. Pero la verdad es que depende. Pues como  todo es relativo, o casi todo, el extatismo de Rajoy por ejemplo no lo es, hay veces que gana la teoría y otras la realidad.

Aunque si la felicidad no puede ser eterna, sí al menos debe ser un objetivo político. ¿Quién está en contra de que el objetivo de los políticos sea conseguir la felicidad de los ciudadanos, o si nos ponemos estrechos,  la de sus votantes? Nadie. Jefferson lo expresó en la Constitución de los Estados unidos, la más corta del mundo, declarando como objetivos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Otra cosa es que algunos políticos se hayan hecho expertos en buscar la suya. Pero el fin quién lo duda.

Nicolás Maduro, el cachorro de Chaves, no. Pues ha credo el Viceministerio de la Felicidad Eterna o suprema, algo que como va el mundo, y Venezuela, suena a choteo. Que a un harapiento, chabolista, que malvive en el barro, le hablen de la suprema felicidad, es digno de figurar entre los tormentos de Torquemada. Nuestro nivel de asombro es inacabable, cuando vemos lo que hacen algunos por conseguir los votos.
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