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Los médicos y los enfermeros también lloramos

Los médicos y los enfermeros también lloramos

lunes 02 de diciembre de 2013, 08:12h
Nadie se acostumbra a la muerte, al menos no en mi experiencia personal y profesional. Los médicos y los enfermeros, que con frecuencia tenemos que saludar a la muerte y convivir con ella, nos acostumbramos a su presencia porque como todos sabemos, todos, sin excepción alguna, tendremos que cumplir con esa cita dentro de nuestro proceso vital. Pero la muerte es muy diferente del "proceso del morir", y a eso jamás nos acostumbramos. Un proceso que tiene tantas etapas vitales como cada uno de nosotros queramos aceptar.

Desde la negación a la aceptación, pasando por el sentimiento de culpabilidad, la negociación y la propia aceptación, aunque a priori nos parezca algo imposible de suceder. Y claro que cuando uno de nuestros pacientes es el verdadero protagonista de esta ineludible cita, siempre tratamos de que tanto él, como su familia puedan entender que se debe hacer frente al "proceso del buen morir"; y lloramos todos nosotros. Unos lo hacemos de una forma y otros de modo diferente, pero todos lloramos la pérdida de un ser humano, como no puede ser de otro modo, y especialmente cuando nuestro trabajo profesional y vocacional lo hacemos con la humanización a la que realmente estamos total y absolutamente ligados. Con frecuencia escucho recomendar a los más expertos que "para ser un buen profesional nunca hay que llevarse el trabajo a casa", algo que nunca entenderé. No alcanzo a comprender las razones pueden llevar a un profesional sanitario a olvidar los problemas de su trabajo, el dolor de sus pacientes y sus familiares. Yo sí me los llevo, me acompañan en todo momento, aunque lo que nunca hago es compartirlos con mi familia. Quizá los expertos se refieran a esto, seguro. Y no solo nos acompaña hasta que fallece, porque el verdadero duelo continúa con el de sus familiares, quienes también necesitan de nuestros cuidados y asistencia. Siempre tendré presente y seguiré recordando a mis alumnos que "la muerte" es solo un estado, un electrocardiograma plano, una fecha..., pero que "el morir" es un verdadero proceso en el que con frecuencia muchos nos peguntamos el cómo, dónde y con quién podremos compartir.

Acaba de marcharse Julián, un gran hombre, joven, lleno de vida y de proyectos vitales; un esposo ideal y un padre ejemplar, que ha tenido la gran suerte de gozar de la vida como abuelo, una aventura que merece la pena disfrutar. Sus últimos momentos, dentro de ese "proceso del buen morir" en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital clínico de San Carlos de Madrid, fueron especialmente emotivos para todos; especialmente para su esposa y sus tres hijos, quienes le despidieron con cariño, caricias, buenas palabras, amor y lágrimas. Pero también fueron emotivos para los médicos y los enfermeros que estuvimos a su lado durante todo el proceso, al lado de Julián y de toda su familia, y por supuesto que nos afloraron las lágrimas, tanto las internas como las externas. Y esto también es medicina; es lo que desde hace tiempo defino como "el tacto de las emociones", la "estimulina" o si lo prefieren, "la humanización del proceso del buen morir".

Hoy, desde esta tribuna de opinión quiero agradecer a su esposa y a sus tres hijos, pero sobre todo a Julián, todo lo que me han enseñado después de tantos años de profesión como médico, como enfermero y como profesor, para saber valorar la vida en su conjunto, sin olvidar por supuesto que también yo tendré una fecha para mi muerte, aunque me pregunto...¿podré disfrutar de esos emotivos momentos llenos de felicidad junto a los que realmente me quieren?. La verdad es que no lo sé pero... me gustaría. Y como decía, los médicos y los enfermeros también somos humanos y mortales y por eso...también lloramos.

Jesús Sánchez Martos

Catedrático de Educación para la Salud; Universidad Complutense de Madrid.

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