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Javier, Ricardo, Marc

Javier, Ricardo, Marc

martes 10 de diciembre de 2013, 16:25h
Hay muchas formas de hacer carrera en el periodismo, pero sólo una de contar la verdad a cambio de casi todo: la que eligen aquellos que se van a lugares donde la vida no vale nada, donde el riesgo de perder la libertad y la vida es la única manera de ofrecer una información veraz, honesta. Por ello se paga un precio muy alto -la familia, la propia libertad, el dinero, la tranquilidad, la seguridad, la propia vida- y a cambio se obtiene la posibilidad de contar las atrocidades sin límite de que es capaz el ser humano, la violación de los derechos humanos, la sobrecogedora destrucción de personas, de bienes, de presente y de futuro que siempre rodea a una guerra... 

Tres periodistas españoles han celebrado el 65 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos secuestrados, privados de libertad, sin ningún derecho. Javier Espinosa y Ricardo Vilanova llevan en poder de sus captores desde el 16 de septiembre, aunque sólo nos hemos enterado ahora cuando han fracasado las negociaciones para conseguir su libertad. De Marc Marginedas, secuestrado desde el 4 de septiembre, nos habíamos olvidado casi todos. Los tres en Siria, los tres a manos de facciones de Al Qaeda. Los tres tratando de contar la verdad de lo que pasa allí. 

No son estrellas, no presentan telediarios ni realitys, no ganan cientos de miles de euros. Pero creen en el periodismo y en los derechos de los más débiles y están dispuestos a jugarse la vida por hacernos llegar la injusticia permanente en que vive este mundo, el terrorismo de la guerra y de la ambición, el terrorismo de la miseria. 

A Javier Espinosa le conocí hace muchos años cuando empezaba su carrera en el diario YA. Javier tenía ya la inquietud de los que no buscan la gloria sino la verdad y la justicia, el periodismo de "interés humano" que nos pedían en esa vieja casa. Pasaba sus vacaciones en Angola o Mozambique y, desde entonces, ha cubierto conflictos en Ruanda, en las guerras del Golfo y de los Balcanes, en Sudáfrica, en México, en Marruecos, en Sierra Leona, en Jerusalem, en Beirut -donde vive actualmente con su pareja y con sus dos hijos- en Afganistán, Irak, Egipto, Libia, Argelia, Siria... En 1999 fue secuestrado en Sierra Leona y hace muy poco estuvo a punto de morir en Siria, donde desde 2011 han sido asesinados 121 periodistas y sólo en 2013 hay 62 encarcelados, desaparecidos o secuestrados. 

Volvió a la zona de guerra para denunciar el padecimiento de una población que vive al límite de la resistencia, para contar al mundo la espeluznante destrucción de los núcleos civiles, la terrible vida de los niños sirios -a los que puso por delante de sus propios hijos-. La historia de Javier es la misma que la de Ricardo, que vivía como un sirio más, con todas las penurias de los que lo han perdido casi todo. O como la de Marc. Yo espero que vuelvan pronto los tres, que sigan contándonos las vergüenzas de un Occidente que es incapaz de poner fin a esa violación permanente de la dignidad y que, entre todos, seamos capaces de hacer un mundo que viva fraternalmente, como pide el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

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