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Primer mandamiento: ser simpático. ¿Seguro que se cumple?

Primer mandamiento: ser simpático. ¿Seguro que se cumple?

miércoles 11 de diciembre de 2013, 13:00h
Hace años, cuando tenía que cubrir profesionalmente los viajes del presidente del Gobierno, comenté a Felipe González, a bordo de un avión que le llevaba, junto con los periodistas, a Filipinas, si él creía que su Gobierno estaba siendo simpático con los españoles. Mi miró extrañado, como si le hubiese preguntado una impertinencia. Una extrañeza que se hizo extensiva también a Aznar y a Zapatero, a los que, bajo diversas formas, en algún momento les pregunté más o menos lo mismo. Entiendo que Calvo-Sotelo era falsamente hierático, González fue algo prepotente a veces, Aznar decididamente antipático y Zapatero estaba nerudianamente como ausente. Nada que ver, ninguno de los tres, por supuesto, con la arrolladora simpatía cercana de Adolfo Suárez.
 
Así hemos llegado hasta Mariano Rajoy, que, sin ser prepotente ni propiamente antipático, extrema su lejanía respecto del ciudadano, y no digamos ya respecto de los medios de comunicación. El problema radica, a mi entender, en que, no siendo ni lo primero (prepotente) ni lo segundo (antipático 'avant la lettre'), ni (demasiado) hierático, se empeña a veces en parecerlo, mientras acentúa las distancias, que no significan, entiéndame usted, aquellas ausencias mentales de la etapa zapateril. No; las distancias de Rajoy son físicas.
 
Quiero decir que con esa ley de seguridad ciudadana, o permitiendo que los vigilantes privados te detengan por la calle, o tolerando que 'su' directora general de Tráfico diga que a los de más de cuarenta años les someterá a nuevos exámenes de conducir -inútil el desmentido posterior: el mal ya está hecho--, o incrementando las multas y los impuestos (por supuesto, sin reconocerlo)...pues qué quiere que le diga, amable lector: con todo eso no se aumenta precisamente la popularidad ni de un Gobierno ni la de un gobernante. Y menos con tres ministros, tres (Gallardón, Wert, Montoro), sometiendo a ocasionales duchas escocesas, cuando no a provocaciones descaradas, al viandante, a quien se ve únicamente como contribuyente, y no como persona. Y aún menos cuando el propio presidente tampoco es que extreme sus gestos de cariño hacia el hombre de la calle.
 
Pienso que el actual Ejecutivo del PP habría de considerar que somos nosotros, los mismos que afrontamos multas excesivas o/y estamos sometidos a una continua inseguridad jurídica, quienes elegimos y pagamos a nuestros representantes. Y que, como creo recordar que ya tuve ocasión de decirle a González, a veces nos merecemos una sonrisa, aunque sea forzada, reflejada en el rostro del gobernante. Y tampoco importa que esa sonrisa quede ocasionalmente plasmada en el Boletín Oficial del Estado, si no es mucho pedir.


- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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