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Revolucionar la 'marca España', que, por cierto, es de todos

Revolucionar la 'marca España', que, por cierto, es de todos

jueves 02 de enero de 2014, 09:47h
Lo que no puede ser, me dice mi interlocutor cualificado, es que si una empresa que ha estado sometida a demasiados vaivenes en el pasado, como Sacyr, da un quiebro lamentable en Panamá, donde lideraba la ampliación del canal, el fallido se le cuelgue a la 'marca España'. Y yo estoy de acuerdo: los periódicos no pueden titular con el sufrimiento de la marca cada vez que, por ejemplo, los herederos de la lamentable herencia moral de Luis del Rivero, o similares, provocan un estallido internacional. Creo que la 'marca España' debe estar por encima de algunos avatares empresariales, coyunturales o incluso de corrupción localizada o de incompetencia más o menos generalizada. Con ello, quiero decir que nuestra mentalidad sobre el alcance y contenidos de la 'marca España' ha de cambiar. Para lo cual, es necesario modificar el funcionamiento de esa 'marca', que no sé si es apenas un concepto, cuando debería ser una tarea concreta de todos los habitantes de este país nuestro.
 
En primer lugar, no estoy seguro de que la leve infraestructura que alberga a la 'marca España' deba depender del Ministerio de Exteriores. Que, por cierto, será ahora el encargado de negociar con las autoridades panameñas cómo enmendar el descalabro producido, en primer lugar pero no únicamente, por Sacyr y sus consorciados. No se trata solamente de una cuestión de imagen ante el exterior: creo que la 'marca España' debe comenzar a cimentarse desde el interior, y ello implica que las ramificaciones de la misma deben extenderse por toda la Administración, por todos los ministerios, como una obsesión. ¿Cómo pensar que la 'marca' pueda tener prestigio en casa cuando las encuestas siguen dando al conjunto de nuestra clase política tan bajísimas valoraciones? ¿Cómo cimentar la autoestima nacional cuando ni un solo ministro aprueba en estos sondeos -de acuerdo: son falibles, como todo en la vida-y el declarado propósito oficial es no hacer un solo cambio en el Gobierno, a menos que sea inevitable? ¿Cómo instalarse en una mínima seguridad jurídica cuando hasta algunos representantes autonómicos critican ocurrencias de quienes en teoría son sus 'señoritos' políticos? Y así podríamos poner muchos ejemplos: el problema es el divorcio entre la España oficial y la real. Y ello hace que la España real se divorcie muchas veces, a su vez, de los presupuestos, sobre todo morales, de la España oficial.
 
Claro que todo ello tiene que ver con quiebras de reputación como la de Sacyr. A un empresario concreto se le permitieron desmanes que jamás hubiese podido permitirse, a su particular escala, un ciudadano de a pie. Pero el distanciamiento de nuestros representantes políticos con la realidad hizo que algunos representantes económicos, sobre todo los dados al aventurerismo, se alejasen también de una normativa que ni se cumplía ni, muchas veces, podía cumplirse. Y, a su vez,  habremos de convenir en que el concepto de 'marca España' tiene que estar anclado en una realidad, no en el deseo de inventar, casi desde el aire, otra diferente y más 'conveniente'.
 
Inútil, pues, insistir en que la imagen de España es mejor fuera que dentro, como si esta sugerencia de que nuestro derrotismo no tiene remedio conllevase algún tipo de solución al enigma . Además, este presunto prestigio internacional de nuestro país se difumina, según todos los estudios. Lo primero es mejorar la 'marca' en el interior y, desde ahí, proyectarla al exterior. No debe, pues, concentrarse el tampón en el Ministerio de Exteriores -en el colmo del falseamiento, se insiste en que 'marca España' es un organismo al margen de cualquier Departamento ministerial--, sino que ha de ampliarse, quizá en una especie de comisión interministerial, al conjunto de las actividades políticas, económicas y sociales en la totalidad del país.
 
Claro que aplaudo, desde este punto de vista, los esfuerzos que la diplomacia española hace para reforzar en el mundo la idea de que el nuestro es un país unido -pero habría que convencer antes a Artur Mas--, jurídicamente seguro -pero previamente habría que persuadir de ello al españolito que anda por la calle-y moralmente limpio -pero antes deberían adoptarse las medidas de transparencia y reformas legislativas que todos sabemos en los partidos, sindicatos e instituciones varias--. Claro que deseo lo mejor cuando, por ejemplo, el presidente Rajoy se entreviste con Obama dentro de poco más de una semana; pero lo idóneo sería que el mandatario español acudiese a la Casa Blanca con un programa reformista creíble, que no se limite a glosar las tradicionales buenas relaciones con los Estados Unidos; con una propuesta que, desde Washington, pueda 'venderse' a los españoles, ya que no se ha sabido vender desde Madrid, Barcelona o Pontevedra, por ejemplo.
 
Eso, más allá del descalabro de Sacyr, más allá del patente retroceso de la influencia española en América Latina, más allá de lo poco que contamos ahora en el diseño de la política europea, más allá  de nuestra inexistencia virtual en muchos mercados emergentes, eso, ha de ser la 'marca España'. Que va mucho lejos de que los evidentemente competentes funcionarios que en ella se afanan día a día lleven corbatas con la bandera rojigualda, ofrezcan cócteles a los que no asisten quienes necesitaríamos que asistiesen o potencien ciertos aspectos folclóricos que nos honran, pero que no bastan.  Potenciar la 'marca España' necesita un estadista al frente de la nave, una oficialidad disciplinada, competente y sacrificada y una tripulación que acepte el 'sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo' porque el capitán, la oficialidad ¡y los armadores! son los primeros en aplicarse la receta.  Y no estoy seguro -y sí, pienso en Sacyr, también en Sacyr. Pero igualmente pienso en el conflicto con la Generalitat catalana. O de que en la que se ha montado con la nueva regulación del aborto-de que ahora todas esas fuerzas se alineen bajo un esfuerzo común por mejorar una marca. Una marca que nunca debe abandonarse en medio de este nacional-pesimismo que nos devora, quizá injustamente. Y, a este paso, la dichosa marca puede quedar bajo mínimos, olvidada, ya en este año 2014 lleno de retos y quién sabe si también de esperanzas.


- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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