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Los cautivos de Rajoy

Los cautivos de Rajoy

lunes 13 de enero de 2014, 20:13h
El Presidente ha recuperado las viejas consejas populares y practica sin remilgos aquello de "los trapos sucios se lavan en casa o no le des tres cuartos al pregonero", recomendaciones seculares que le vienen al pelo para sofocar las críticas internas a la reforma de la ley despenalizadora del aborto redactada por Gallardón. Rajoy pretende que su personalísima interpretación del tiempo político y sus atípicos comportamientos públicos, tan peculiares como él mismo, se incorporen al equipaje de todos los dirigentes del PP que quieran conservar el puesto. En ese libreto de urbanidad partidista podrían consignarse las siguientes enseñanzas: oscurantismo aplicado, maniobras de escapismo, técnicas básicas de simulación, dialéctica del enredo, historia de la manipulación informativa, teoría del cinismo y comentarios sobre la obediencia debida y la lealtad ciega. Materias imprescindibles todas ellas, que bien estudiadas, conseguirían magníficos ejemplares de militante ejemplar.

El temario se acompañaría de un video titulado "Compendio de ruedas de prensa de nuestro Presidente". Bastaría con visionarlo y tomar buena nota de tan suculento muestrario: "pregunten ustedes al Ministro de Hacienda por la nueva regulación del Impuesto sobre la Renta, el nuevo proyecto de Ley del Aborto es cosa del Parlamento, la Ley Wert es agua pasada, sobre ese asunto ya he dicho todo lo que tenía que decir, no hemos hecho todo lo que prometimos por culpa de Zapatero, evitamos el rescate y ya vemos la luz al final del túnel, llueve mucho y buenos días". Un excelente manual de estilo para propios y extraños.Mucho tendrán que trabajar en Génova para asegurarse la disciplina y la marcialidad que antaño caracterizaba el paso firme y uniforme en las filas del Partido Popular. Muchos barones, que olfatean ya el tufillo inconfundible de sus particulares compromisos electorales, no entienden muy bien la derechización del Gobierno ni las nuevas reformas planteadas, impositivas y sociales, que atornillan aún más a las clases medias y empujan definitivamente a los más desfavorecidos por las barrancas de la marginación. Muchos de ellos son perros viejos en el arte de hacer política y saben que los ciudadanos más centrados, aquellos que inclinan la balanza de un lado o del otro, repudian los extremismos y la radicalidad gubernamental, legisle la derecha o la izquierda, por lo que no parecen dispuestos a inmolarse en el altar levantado por algunos de sus compañeros.

Andaban muchas baronías, ya digo, bastante mosqueadas con ciertas decisiones del Gabinete que dirige Mariano Rajoy, pero la eliminación de alguno de los supuestos que permitía hasta hoy la interrupción voluntaria del embarazo ha encendido todas las alarmas. Vale que tengan que defender los recortes y ahorros sin fin, los copagos generalizados, la multiplicación de los impuestos y las privatizaciones ultraliberales, sin embargo pasar a estas alturas por propagandistas del nacionalcatolicismo, enterrado ya en la sepultura del olvido, les parece inasumible. Intuyen el error que supone resucitar un debate superado socialmente, critican la torpeza de emborronar la bandera de la incipiente recuperación económica y se temen que la oposición encuentre oro puro en la fractura abierta por los dinamiteros del consenso social.

A lo largo de los últimos años han sido muchas las discrepancias ocultas en los partidos mayoritarios de nuestro sistema democrático, pero los elegidos en listas cerradas saben muy bien a quién le deben el escaño o el cargo representativo. Los electores votamos siglas concretas y nuestros representantes obran después en consecuencia, peculiaridad que mantiene viva aquella celebérrima advertencia de Alfonso Guerra: "el que se mueve no sale en la foto". Recuerdo que fueron multitud los populares que criticaron a José María Aznar por involucrarnos en la Guerra de Irak, pero sometida tal aventura al obligado permiso del Congreso de los Diputados, tramitada la propuesta en votación secreta, no hubo ni un solo voto negativo en la mayoría absoluta que sostenía al Presiente. Hace muy pocos meses, en la Cámara de los Comunes británica, se le negó al Primer Ministro la oportunidad de atacar a Siria; desautorización apoyada también por una buena parte de los suyos. Aquí, por el momento, es improbable que pueda suceder algo parecido. En este país nuestro cada capataz mantiene bien atendidos a sus cautivos y los calabozos de Rajoy son los más confortables del lugar.
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