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Los díscolos del PSC

Los díscolos del PSC

martes 21 de enero de 2014, 14:27h
"Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo" dice el art. 67.2 de ese libraco que solo existe para regalarnos el puente vacacional más largo del año. Sin embargo, los diputados que votan en contrario son multados inmediata y abiertamente. El reglamento interno de un partido tiene más peso que un artículo de la Constitución. A mí, que soy demócrata, me deja muerto.

Tres diputados del PSC votan en contra de su partido y se niegan a dimitir o devolver el acta de diputado. Para mí, el problema no está en si son independentistas o federalistas -no sé qué es peor, verdaderamente- ni en si han traicionado a su ejecutiva. Los partidos políticos han secuestrado tanto la vida pública que han acabado por creer que pueden suplantar al ciudadano y, por lo mismo, preterirlo sustituyéndolo.

De lo que se trata no es del compromiso cierto de los diputados con sus votantes, pieza esencial de la representatividad, sino de la estafa burda de las listas cerradas e inapelables que han acabado haciendo metástasis en todo el sistema.

Es culpa de la cerrazón de las listas que en los partidos no haya democracia interna. Ni debate ideológico ni meritocracia válida ni selección por excelencia: de ahí que los españoles suframos una izquierda sin respuestas para el siglo XXI o una derecha cuya indefinición ideológica y esencial la lleva a prometer gobierno s liberales y gobernar luego como si estuviéramos en una guardería.

Es culpa de la venta espuria de puestos y nombres que nuestra democracia sea un mal reflejo en un charco sucio: los mejores no caben, solo arribistas, paniaguados y turiferarios.

En un sistema parlamentario en el que el Parlamento designa el gobierno de los jueces, el Tribunal Constitucional, la dirigencia de RTVE, las secretarías generales, etc. las listas cerradas son el látigo con el que se consigue sumisión y obediencia.

Ejemplo de lo que digo los hay a miles. Hasta alguien tan manifiestamente mal gestor como Federico Trillo recibe una embajada a dedo: Elena Salgado (PSOE)/Endesa; Ángel Acebes (PP)/ Bankia; Josep Piqué (PP)/Vueling; Pedro Solbes (PSOE)/Enel: J. M. Aznar (PP)/Endesa; Felipe González (PSOE)/Gas natural; [Zaplana-Rato-Timmerman- Manuel Pizarro-PP]-[Narcís Serra-Javier de Paz-Paloma Villa-PSOE]-[Alberto Aza-Fernando Almansa-Iñaki Urdangarín-CASA REAL]/Telefónica. Respira y sigamos un poco más: Miguel Boyer-Luis Atienza-José Folgado-Arantxa Mendizábal-Ángeles Amador/Red Eléctrica; Luis Carlos Croissier/Repsol; J.L.Olivas-Ignacio López/Iberdrola. Da pereza seguir.

Yo no soy partidario de los nacionalismos, como es bien sabido, y creo que la Deriva Catalana -que ya avanzamos en estas páginas cuando el PP presentó su recurso de inconstitucionalidad contra l'Estatut y de nuevo cuando don Tancredo ganó las elecciones- nos lanza por una pendiente en una vagoneta sin frenos. Sin embargo, siempre he sido partidario de la democracia en un sentido tan amplio como estricto del concepto: cualquier idea es defendible por vía de la palabra y la libertad de expresión ha de tener las menos cortapisas posibles. (Por ejemplo, un partido que propugna la implantación de un sistema republicano tiene que tener cabida en el sistema así como el que proponga el fin de España. Y quemar una bandera o presentarse en el atril del Congreso con una nariz de payaso solo me parecen manifestaciones de la libertad de expresión).

Tres diputados autonómicos se niegan a acatar lo que ha decidido su partido. Yo los defiendo a pesar de que me opongo a su nacionalismo. Y más allá de defenderlos digo que la normativa que permite a los partidos multar a sus sediciosos está, cuando menos, en conflicto con la Constitución.

-Reclamemos, pues, al Tribunal Constitucional.

En primer lugar, no es un "tribunal", es más bien un club de delegados nombrados por gobierno y oposición. En segundo lugar, para llegar al TC hay que estar a buenas con los que te ponen allí, es decir, los políticos que se benefician de la situación. Difícilmente, pues, el TC hará nada. En tercer lugar, en cualquier tribunal ordinario los diputados ganarían la causa, pero perderían el abriguito calentito del puestecito.

Por último, si Catalunya se separara de España, el Partido Socialista de allá se llamará PSC ¿no? Pues a qué tanta alharaca: fue el 16 de julio 1978 cuando el PSOE perdió esta batalla al ceder sus siglas al PSC.
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