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Plaga de mediocridad

Plaga de mediocridad

lunes 24 de febrero de 2014, 08:52h
El Programa Internacional para la  Evaluación de la  Competencia de los Adultos  (PIACC) es  muy poco conocido  todavía  entre nosotros porque  fue  a mediados de  2013 cuando  lanzó sus primeros resultados. Como en el  Informe Pisa  -el   que  periódicamente nos recuerda   que    los resultados  de nuestros  estudiantes  de primaria y secundaria son  manifiestamente  mejorables-, los españoles   adultos  no salimos  tampoco  nada bien parados tras esa  primera evaluación llevada a cabo, a juzgar por los puestos    obtenidos.  España   es el último  de  una lista de  23 países  en comprensión  matemática  y el penúltimo, por delante de Italia, en comprensión lectora.  Y un dato aún mas sonrojante para nosotros  es que  los  bachilleres de  países como   Japón, Holanda o Suecia,  saben más que los universitarios de nuestro país. El  informe   al que aludo  está elaborado por la OCDE  y ya se le conoce como el Informe Pisa para adultos.

Pensábamos  los mayores  que esto de la  falta de preparación no iba con nosotros, que  era algo exclusivo de estas jóvenes e iletradas  generaciones -a nuestro parecer-  que, víctimas de  plan tras  plan educativo, han desperdiciado  su talento   por mor de las  constantes  y peregrinas  leyes educativas  que,  partido  tras partido, a medida que tocaba poder, modificaba a su  antojo.  Pues no;  ahora resulta que no. Mejor aún, que no solo eso. Que también nosotros, sus mayores,  somos carne de  cañón   y no nos vendría nada mal  acudir de vez en cuando  al Quijote, a Unamuno, Machado  o a Vargas Llosa, por poner solo  algunos  peldaños  en la larga escalera de la  formación y la cultura, de ese camino que  se recorre  únicamente con voluntad aunque, a cambio, con verdadero placer cuando uno  acaba por descubrir  el quid  de una actividad que, como ninguna otra, reporta  placeres  continuados  y que tiran por tierra el viejo  aforismo  que dice  que  cuando una cosa es placentera,  es pecado  o  cuesta mucho.
 
Mirarse al espejo
 
Si los niños  son  la fiel imagen de sus padres, o los perros de sus amos, ahora resulta  que   esa circunstancia tiene también  la propiedad conmutativa, como la suma, que es como decir  aquello de tanto monta, monta tanto... Por cierto, aquí tiene  Vd. la prueba del 9 con eso de la cultura: si tiene que recurrir  al diccionario (perdón, hoy  se busca en Google) para  ver qué es eso de la  propiedad conmutativa, o  necesita preguntar a la parienta  o a su  compañero de trabajo  que pasa por  ser el enteradillo  de la empresa, quien pronunció  la frase aludida, apúntese   inmediatamente a  un curso de  formación para adultos. Así, si tenemos la suerte de que  vuelven a  cogernos para  tan interesante y sesudo estudio comparativo acerca de las  habilidades  numéricas y las actitudes  culturales  patrias,  nos aseguramos  que  saldremos  algo mejor parados, vamos,   que  subiremos el ranking  si   tenemos la suerte  de  que  entre los españolitos que escojan ,sean como Vd. o como yo, que  al menos, no ponemos cara de circunstancias  cuando  nos  hablan   de medias estadísticas, de qué es un quark, que sabemos citar  tres tipos de energía no contaminantes, del boson de Higgs   o  podemos apuntar  cuatro datos de  Fellini,  Zhang Yimou o   Scorsese.

En cierta ocasión  escuché decir a   Susana Aldecoa,  la hija de Josefina Aldecoa (fallecida en 2011, escritora y  pedagoga memorable, viuda del escritor Ignacio Aldecoa), que "el mayor abismo entre los seres humanos es la educación", y no le falta razón  porque  casi siempre es mucho más fácil  entenderse con  alguien  que tiene   hábitos  y necesidades culturales, aunque  viva al otro lado del mundo, que con el vecino del quinto  que  no   hojea  más libro  que  el de Petete, o que no  se sumerge  en la  lectura  más que cuando  gana su  equipo de fútbol, con el  único   afán de  confirmar  por boca de otro  (generalmente también partidario de sus mismos colores deportivos), que  la victoria  obtenida   ayer  fue  justa, que  sus muchachos  dieron una lección  al equipo rival y, entonces, la vida  adquiere  un   sentido pleno  para  volver, unos días después, a asistir  al   estadio, o a sentarse  por enésima vez delante del televisor, a  seguir  dando vueltas al mismo circuito cultural, ese que más datos aporta  acerca de lo que sea: cuántos jugadores de primera  gastan un 42 de pie; el número de  toques  del equipo rival hasta el minuto 32  del primer tiempo;  o  las faltas, fueras de juego, saques de puerta  o penaltis  cometidos por  los contendientes. Para que luego digan en la OCDE  que no tenemos comprensión lectora  y que no sabemos de matemáticas. ¿No será    que  lo que hay que hacer es examinar a los examinadores?

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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