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Si se descuida, lo borran de la Historia

Si se descuida, lo borran de la Historia

viernes 21 de marzo de 2014, 19:35h
Aquel día fui consciente de su soledad. Aquel día advertí que, si se descuidaba, sus propios compañeros de UCD -y no digamos sus rivales del PSOE- terminarían por borrarlo de la Historia. Era un día de octubre de 1982, celebraba su primer congreso el CDS y en mi periódico, Diario 16, me pidieron su opinión y la de Rodríguez Sahagún sobre el golpe militar frustrado del 28-0, del que acabábamos de tener noticia y que era mucho más grave que el de Tejero. Al preguntar a Sahagún descubrí, con sorpresa, que ni él ni Suarez tenían ni idea. "Adolfo - me dijo- se ha ido a casa a descansar una horas; apunta su teléfono, llámalo y cuéntale todo lo que sepas, por favor". Fue un servidor, un plumilla, quien dio a Suárez una noticia que nadie del Gobierno se había molestado en darle. Para los de UCD Suarez había dejado de existir... aun habiendo por medio peligros militares sobre los que tenía más criterio que todos ellos juntos.

Treinta años después soy devoto de ese Adolfo Suarez al que quisieron arrumbar con prisas y... no se dejó. El mismo que, en una conversación de seis horas con Santiago Carrillo había sentado las bases del actual sistema de convivencia. El que legalizó el PCE. El que recibió a Tarradellas en la Moncloa. El que con Garaicoetxea dió los últimos pespuntes al Estatuto de Gernika: sin pestañear, frente al criterio de sus asesores y de los grupos de presión, aceptó las últimas pretensiones del lehendakari y luego le prestó una camisa para que fuera directamente al entierro de su madre, que acababa de fallecer. Por allí andaba yo, con mi libreta. También estaba en la Moncloa el día que anunció su dimisión y estaba en el Congreso el día que plantó cara a Tejero. Luego lo acompañé en la heroica campaña de 1982, donde en media España lo llevaban en volandas "aunque luego -decía - ya veremos si me votan". No le votaron, efectivamente: solo sacó dos escaños. En los años siguientes asistí a su ascenso y a su caída, que comenzó cuando dio un quiebro hacia la derecha y pacto con el PP la alcaldía de Madrid para Sahagún.

Veinte años después me alegra mucho advertir que su carisma y su valor histórico han sobrevivido a los desprecios ajenos y a los errores propios. Y si tuviera que añadir algo a la que todo el mundo está diciendo sobre su arrojo o su pragmatismo, añadiría tres cosas que vienen a ser la misma y que echo mucho de menos en la política actual: su sentido del deber, su sentido de lo público y su vocación de servicio. Ese es mi Adolfo Suárez: el que no consiguieron borrar de la Historia.

** Carlos Santos es periodista, subdirector del programa No es un día cualquiera de RNE y analista político de la Sexta y CMTV
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