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Los muertos saben mucho

Los muertos saben mucho

lunes 31 de marzo de 2014, 19:14h
En un sonado juicio bancario, la culpa se la llevó el muerto. Hubo una celebrada actriz española que, nada más morir un poeta, un médico famoso o un escritor, se le avivaba la memoria y recordaba el tiempo en que fueron amantes. Nada más morir, parece que Suárez habló mucho con personas que hasta ahora habían guardado un impresionante mutismo, incluso se habla de duros enfrentamientos entre el Rey y Suárez, teniendo como testigo a un perro, que, desgraciadamente también ha fallecido, por lo que ni siquiera podemos interrogar al perro. En este país los muertos saben mucho, incluso los perros muertos, con lo que podemos tejer fantásticas narraciones, auténticas leyendas que no pueden corroborar sus protagonistas por esa manía que tiene el ser humano de morirse, incluso en contra de su voluntad.

Uno de los elementos de la madurez consiste en ser consciente de que no eres totalmente dueño de tu destino, y quien no asume eso es un adolescente intelectual, pero lo que ya resulta un infantilismo galopante es creer que tu destino lo tejen una docena de personas conspirando en una habitación.

Si eso fuera posible se llevaría a cabo, porque siempre hay una docena de personas dispuestas a cercenar la libertad de los demás, pero los modestos aficionados a la Historia sabemos que los grandes acontecimientos, lo que mi tía Pascualina llama la sardina que termina por tumbar al burro, nunca la coloca nadie en la fecha determinada. Que hay gente que carga sardinas al rucio es cierto, pero es casi imposible saber en qué instante el cuadrúpedo se vendrá abajo por la carga, ni si tirará la carga y seguirá hacia adelante.

En Roma, alguna vez, la conspiración cristalizó, pero ni siquiera acertó Bruto en las consecuencias. Fouché llevó adelante alguna, pero ni la Revolución Francesa, ni la caída del Muro de Berlín, las decidieron un grupo de personas pulsando un botón.

Hay veces en que la realidad puede parecerse a una novela gótica, pero en esta época minimalista resulta difícil, aunque siempre será más atrayente una bella mentira de conspiraciones, que una garbancera realidad, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que saben los muertos y lo poco que pueden desmentir.
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