miércoles 02 de abril de 2014, 08:16h
Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos (El
principito, capítulo tercero). El destino de Europa no depende de la decisión
de sus pueblos, sino de la voluntad de las corporaciones y de los funcionarios
a su servicio.
El triunfo de Hollande había dado luz a un túnel en el que
los conservadores europeos habían introducido a todo un continente, más
dependiente de la miseria de las deudas que de la prosperidad del crecimiento.
Francia era, de nuevo, la luz. Pero Francia ha sido como una
vela cuyos vientos reaccionarios la han apagado por falta de cera. Los
socialistas franceses han sucumbido por causa del estruendo de los mercados más
que por la defensa de los derechos de la gente.
Y el responsable, quizás la cabeza de turco, ha sido el
primer ministro saliente, Ayrault, quien deja el gobierno con la sensación de
haber sido incapaz de darle un puñetazo en la mesa a Alemania y al austericidio
de la señora Merkel.
Los socialistas franceses deben cambiar el rumbo de su
política de tal forma que varíen sustancialmente el destino de una Europa que
ha caminado demasiado tiempo al borde del precipicio de una malentendida
austeridad.
Pero cambiar el rumbo no es sustituir a Ayrault por Valls.
Cambiar el rumbo es salirse de esa línea recta, como decía el Principito, que
nos lleva al precipicio como izquierda, como pueblo y como república.
La pérdida de derechos sociales, los recortes al estado del
bienestar, las barreras al crecimiento económico, el auge del nacionalismo, el
destino de los pueblos sólo dentro de sus propias naciones, ha convertido
Europa en el balneario de burócratas conservadores que se califican a sí mismos
de liberales.
El socialismo francés debiera haber tenido el coraje de
haber cambiado el rumbo de las cosas. Decía Bonaparte que "el coraje no se
puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía".
Coraje, pues, para cambiar una Europa, una Francia, que no
nos gusta, y cuya esperanza reside únicamente en la capacidad de los
socialistas franceses de tener la fuerza para vencer en una batalla que el
capitalismo financiero cree haber ganado antes de emprenderla.
Sólo faltaría determinación. El coraje de la voluntad, le courage
de la volonté, el motor que forma el ideal con la capacidad para llevarlo a
cabo.
@AntonioMiguelC