Las
campañas electorales modernas están concebidas como un espectáculo.
Y dentro de ese
show
mediático, el acto que suele generar mayor expectación es el debate
cara a cara entre los dos principales candidatos, en este caso
Miguel
Arias Cañete (PP) y
Elena Valenciano (PSOE).
El
enfrentamiento televisado constituye el mejor ejemplo de
polarización, ya que ambos aspirantes coinciden en un mismo tiempo y
espacio (el jueves a las 22:30 en TVE) para disputarse la atención y
el favor del electorado. Hay quien lo ve como un combate de boxeo;
otros lo comparan con una entrevista de trabajo en la que los
ciudadanos seleccionan al más apto para el cargo.
En
cualquier caso, es el momento decisivo en el que muchos espectadores
ratifican su intención de voto (o la cambian) dependiendo de cómo
lo hagan los protagonistas. No es una cuestión menor, ya que en
torno a un 15% del electorado acostumbra a retrasar su decisión
hasta el final de la campaña, normalmente después de ver el debate
o recibir información sobre el mismo.
Por
ello, tan importante como el debate son el predebate (pactar las
reglas, ensayar, adaptarse al formato) y, sobre todo, el postdebate.
Es decir, los sondeos que se realizan esa misma noche y el análisis
más o menos interesado que hacen los medios y los líderes de
opinión durante los días siguientes.
El
vencedor del debate no tiene por qué ser el mismo que gane después
en las urnas, pero un buen desempeño ante las cámaras puede servir
para coger impulso ante una audiencia muy superior a la de cualquier
mitin. En 2009, más de 2,6 millones de espectadores vieron el primer
cara a cara entre Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja.
El jueves por la noche veremos si el duelo Cañete-Valenciano sirve
para acelerar el ritmo de una campaña que hasta ahora no está
teniendo demasiada intensidad.
** José Luis Sanchis es asesor en campañas electorales y presidente de honor de Torres y Carrera. Luis Tejero es periodista y consultor político.
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Especial: '
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