El montón de Eubúlides y los granos de Pablo Iglesias

Septiembre 2006, medios y políticos felicitan a Albert Rivera y Ciudadanos por sus 89.500 votantes. En marzo 2008 UPyD recibe la felicitación por su llegada a la política con un diputado y 306.000 votos.

Ahora una propuesta legítima llega a la escena política. No como los dos anteriores, discretamente, sino irrumpiendo como el aire helado que entra por la ventana recién abierta: 1.245.948 votos y 5 eurodiputados.

Una paradoja de Eubúlides de Mileto pregunta cuando un montón de granos de arena deja de ser un montón. ¿306.000 votos son un montón? ¿Y 89.500?

Todos y cada uno de los votos anteriores así como todos y cada uno de los 1.245.948 votos de Podemos son exactamente iguales. El ataque ad hominem contra Pablo Iglesias es la única reacción que no debemos permitirnos. La degradación de la democracia se manifiesta muy específicamente en el desprecio sin argumentos contra los que no opinan igual.

Su respaldo ha sido muy notable y el miedo se extiende con las plagas del PPSOE: la Venezuela Bolivariana y Chavista (Felipe González, Faes) viene a asentarse en España, bastión de la mediocridad. Pero ni este es el asunto ni tal argumento es verdadero.

La paradoja del montón, base de la más elaborada y hermosa de Bertrand Russell, viene a decir que es imposible saber cuántos granos forman un montón. O cuántos votos la ola previa al tsunami.

Quienes votaron a Podemos son el ariete de la re-generación (nueva generación; no misma generación) que ya está aquí y que muchos, desde la izquierda, la derecha, la facultad, la empresa, el bar de la esquina estamos exigiendo.

La propuesta de regeneración está también en el PSOE (Madina, Díaz, Sánchez) e incluso en el PP aunque en fase mucho más embrionaria (Semper, Biendicho). En IU no la hay y es porque son dinosaurios frente a Podemos: su existencia acabará cuando mueran los viejos roqueros de Carrillo y Pasionaria.

Es el tiempo de los hombres y mujeres menores de 45 años: están muy bien preparados, son casi nativos digitales y están pidiendo algo que desde la derecha, la izquierda y el cementerio muchos pedimos: una Constitución adecuada a nuestros tiempos; un sistema jurídico amplio, gratuito, universal y lógico y, lo más importante, nosotros, los ciudadanos, la gente, los contribuyentes somos los que dicen adónde vamos, por dónde y cómo.

¿De verdad es lógico que personas de 60 años que, en los mejores casos, se creen gentes de su tiempo por twittear con un dedo y sacando la lengua por la comisura crean que estos son sus tiempos?

El mundo ha cambiado y las mañas generadas por los Políticos de Granja (otros los llaman Casta, otros Clase, otros Son todos iguales) al amparo de unas leyes hechas a su medida y mayor gloria ya no son aceptables.

En estos días hemos sabido de unos infames que roban a ancianos con Alzheimer, de unos consejeros de cajas de ahorros que se lo llevaron crudo, y de un Conseller que robó a niños del tercer mundo para comprarse un par de pisos.

En el PSOE Eduardo Madina, 1976, ha entendido los cambios de la sociedad -de la misma quinta que Pablo Iglesias, 1978-  y Borja Semper, 1976, -coño, qué cosas, de la misma generación que Madina-. Incluso Susana Díaz, 1974, es de la misma generación. Y Albert Rivera, 1979, es el más joven de todos. (Claro que las mañas persisten: el sinvergüenza de Joan Vicent Geribés, autoproclamado primer alcalde de Podemos, es de la misma edad y Podemos ha hecho bien en desligarse inmediatamente).

Son la nueva generación que debe encontrar las soluciones a los problemas que les hemos creado y que les afectan directamente. ¡Por Dios, todavía no he perdido el escándalo que me produjo la hipoteca hereditaria cuando recientemente hemos empezado a hablar de salarios hereditarios o compartidos en vida entre padre e hijo!

Yo no digo que Podemos sea la respuesta. Lo que digo es que es otro tiempo y si el PSOE y el PP no se dan cuenta y niegan el paso a los menores de 35, infinitamente mejor preparados para entender este mundo que todos ellos juntos, simplemente se los tragará la vorágine.