jueves 19 de junio de 2014, 11:34h
España vive estos días unos acontecimientos
extraordinarios que ningún español vivo ha presenciado nunca: un relevo entre
Reyes. Y con la máxima normalidad, después del mayor período de paz y
prosperidad en la historia de España en democracia y libertad. En un Estado de
Derecho que, a pesar de sus fallos y de algunas decisiones políticas recientes,
sigue mereciendo ese nombre. Bastaría eso para decir que ha valido la pena la
experiencia de casi cuarenta años con un Rey en un país en el que los
monárquicos se contaban, y tal vez se siguen contando, casi con los dedos de
una mano. Una Monarquía sin monárquicos
sólo es posible si garantiza la democracia y la libertad de todos los
ciudadanos, si está por encima de las luchas políticas y si quien la encarna
tiene el respeto de la inmensa mayoría.
Se ha ido un Rey al que todos daban por liquidado a
los pocos días de asumir su corona, y que llegó gracias a la decisión de un
dictador que falleció en su cama y de unas Cortes que se hicieron el harakiri.
Un Rey impuesto, que trajo las libertades y que consagró la democracia en una
Constitución que fue fruto del pacto de todas las fuerzas políticas. Un Rey que
legalizó al Partido Comunista -ese que ahora vota en contra de su decisión y
pide la República- y que limitó sus poderes para que este país avanzara hacia
la modernidad democrática y constitucional. Un Rey que, con sus sucesivos
Gobiernos, nos llevó a Europa y a la OTAN y devolvió el prestigio a una nación
que fue grande. Un Rey que, a pesar de algunos errores personales, ha sido Rey
de todos, defensor de la democracia y de las libertades en momentos de riesgo, gestor
de consensos y el mejor embajador político y comercial de nuestro país en el
mundo. Un Rey cercano, en fin, que se ha ido discretamente, en silencio, con
humildad, dejando todo el espacio político a su sucesor.
Viene otro Rey que ha estado trabajando y formándose
para ejercer bien su papel. Un hombre joven que hereda la máxima
responsabilidad institucional y que apuesta por una España moderna, diversa y
unida, y que pone el bienestar de los ciudadanos como el gran objetivo de una
Monarquía parlamentaria y constitucional, votada por todos los ciudadanos en
21978, renovada y transparente.
Dos Reyes en esta España que merecen el mayor
respeto de todos. Uno, por lo que ha hecho. El otro porque ya ha demostrado su
integridad y su compromiso. De Juan Carlos I a Felipe VI sólo hay la distancia
que separa lo conseguido por todos de lo que todos debemos ser capaces de
construir juntos para no volver nunca atrás.