viernes 27 de junio de 2014, 12:12h
No hay
fin de semana en el que uno pueda disfrutar de la familia sin que la
política le sobresalte. Cuando aun no se han apagado los ecos de la
abdicación de Juan Carlos I -nada menos-, aparece Rubalcaba y
anuncia su retirada definitiva -esta vez sí- de la política
mientras el Parlamento de Cataluña aprueba
una moción de ICV que da por roto el "pacto constitucional"
y niega legitimidad a la sucesión de la Corona. Y, mientras, siguen
las detenciones en UGT,
estalla el escándalo de las "euro-sicav", el Gobierno y su grupo
aforan por la puerta de atrás al que era -y sigue llevando el
titulo- Rey de España y el juez y el fiscal del caso Noos se
enfrentan por la imputación a la infanta Cristina. Y lo dejo aquí
porque no se trata de enredar aun más el ovillo de este país al
menos pintoresco y pelín desquiciado.
De
cuanto he dicho y he callado, aunque todo resulta preocupante,
destaca no tanto el abandono por agotamiento de Rubalcaba sino en qué
momento lo hace: por una parte tras casi imponer la sucesión real y
por la otra cuando tiene al partido hecho unos zorros y al borde de
algo que nadie sabe muy bien qué puede ser aunque sus contrincantes
políticos a un lado y a otro musiten por lo bajini la vieja plegaria
del chiste: virgencita, que me quede como estaba.
Porque
en el PSOE parece que no hay quien tire y mientras López fracasa con
los avales en su propia tierra, Sánchez defiende
en Cataluña
la
reforma de la Constitución
española
que debería apostar por un federalismo asimétrico, aboga por un
"trato fiscal especial" para Cataluña y promete
reconocerla como nación. No aprenden a moderarse en las promesas y
luego les pasa lo que a ZP con el Estatut. ¿A dónde vamos con López
o con Sánchez? ¿Qué va a ser del PSOE si se empeña en inclinarse
hacia una izquierda imposible y que ya tiene inquilinos? ¿Qué va a
ser del PSOE y qué va a ser de España?
Y en
estas estábamos cuando llega nada menos que el Parlamento Catalán
que aprueba -con un par- dar por roto el pacto constitucional y
niega la legitimidad de Felipe VI. Y naturalmente se suman como
institución a los que piden/exigen el referéndum
monarquía/republica; pero entonces quienes están en esa postura,
deberían aceptar que se preguntara también por todo lo que aquel
"paquete" contenía, por ejemplo el estado autonómico con todas
sus consecuencias, las buenas, las malas y las desastrosas.
En
España siempre estamos bajo la tentación de empezar de cero, es
como un sino del que resulta difícil escapar y ese volver a empezar
es casi una vocación más que una necesidad. Negar que, crisis
económicas aparte, desde el consenso hasta ahora hemos vivido el
periodo más tranquilo de los últimos tres siglos, es negar la
Historia. Pero hay que cambiar aunque no se sepa muy bien ni qué, ni
por qué, ni para qué.