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La diplomacia vasca (1936-1946)

La diplomacia vasca (1936-1946)

viernes 18 de julio de 2014, 19:03h
Al producirse la sublevación militar en África, el 17 de julio de 1936, el mundo vive de hecho una especie de guerra civil intelectual. Aún se viven los efectos sociales, políticos, culturales y económicos de la Gran Guerra, así como la crisis de 1929. Por otro lado, se vive un auge creciente de los totalitarismos de todo tipo: comunismos, fascismos, militarismos. En julio de 1936, Alemania e Italia viven bajo dos dictaduras; Francia es gobernada por un Frente Popular; Gran Bretaña, por conservadores, y Estados Unidos por los liberales de Roosevelt, defensores de la neutralidad a ultranza. Unos y otros, muy poco tiempo después del estallido de la sublevación franco-falangista, decretan la No-Intervención que, de hecho, representa un embargo a la República y, por otro lado, un saneadísimo negocio para comerciantes en todo tipo de bienes, especialmente, de armas.


En Euzkadi, la situación está marcada por características singulares. Especialmente, por la existencia de un potente movimiento nacionalista, situado entre la derecha que apoya a los sublevados, y una izquierda que desconfía de ellos. Por todo ello, durante los meses de julio, agosto y septiembre, el PNV va a intervenir, "por libre", aprovechándose de la situación de desconcierto y de caos que sigue a la efemérides citada. En primer lugar, lo más urgente es conseguir armas y pertrechos militares para las milicias en for­mación. Luego, contrarrestar la activi­dad propagandística-diplomática de los franquistas, especialmente, en el País Vasco-continental, donde se han concentrado embajadores y cónsules acreditados ante el Gobierno de Ma­drid.


El impulsor de todo un entramado comercial-diplomático-propagandístico va a ser Juan de Ajuriaguerra Otxandiano, un joven presidente del Bizkai Buru Batzar que se demostrará con unas dotes de organizador extraordina­rias. Y así, envía a gentes como Antón de Irala, Telesforo de Monzón, Juan Ma­nuel Epalza o el mítico Lezo de Urreztieta en busca de armas, utilizando para ello, incluso, dependencias diplomáti­cas republicanas. Por otro, va a crear un Servicio de Información y Propaganda que, en aquellos momentos críticos, contrarresten los efectos a que antes nos referíamos.


La creación del Gobierno Vasco da un nuevo impulso a este entramado y comienzan a aparecer Delegaciones Comerciales en París, Londres, Gijón, Valencia, Madrid, Barcelona, Valencia que, casi inmediatamente, se ocuparán de asuntos tanto políticos como hu­manitarios.


Algunas de las Delegaciones -co­mo las de Bélgica, Gran Bretaña y la de Burdeos- tienen como misión garanti­zar los suministros al Norte peninsular, los fletes de los barcos que deben burlar el bloqueo de la Escuadra franquista y canalizar las ayudas económicas que, fundamentalmente desde América, lle­gan para el Gobierno Vasco. Y éstas pro­ceden de personas de diferente signo y de lugares remotos. Desde Sanghai (China), de los modestos trabajadores euskaldunes de la ciudad de Nueva York hasta la familia Belaustegigoitia resi­dente en México. Francisco de Belaustegigoitia puso a disposición del Gobier­no Vasco todo su saldo bancario en dólares con el que se compró la sede de la Delegación Vasca en la Avenida Marceau de París.


Mientras todo esto ocurre, desde Villa Mimosas -sede del Servicio Vasco de Información y Propaganda- se distri­buye propaganda a todo el mundo. Por otro lado, es preciso resaltar la impor­tantísima labor de Manuel María de Inchausti, sobre todo, en los Pirineos Atlánticos. Allí contacta con clérigos y políticos de todo signo. Obispos como Feltin y Mathieu o políticos, como Au­gusto Champetier de Rives. En París, Rafael Picavea hace lo propio con sec­tores de la intelectualidad católica, como el Cardenal Verdier, madame Mallaterre-Sellier o Víctor Montserrat. Tras el bombardeo de Gernika y los fusi­lamientos de sacerdotes católicos por los franquistas, la figura "diplomática" vasca más importante será la de Al­berto Onaindia.


Se refuerza la actividad internacional


Tras la caída del norte, se refuerzan las Delegaciones y las actividades de propaganda internacional. No sólo en el plano político, sino en el cultural o deportivo. En 1938, la situación inter­nacional va a degenerar en una graví­sima crisis que dará lugar al famoso "Pacto de Munich". Sin embargo, a par­tir de esto, ya nadie duda que una nueva guerra mundial es inevitable. A partir de este momento, vascos y catalanes ini­cian negociaciones con franceses y bri­tánicos para que éstos presionen y se alcance una paz digna en la Península -siguiendo el ejemplo de los Sudetes- que, al mismo tiempo, respete las respectivas autonomías.


Paralelamente, se va a crear la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, especialmente sólida en Francia, al par­ticipar algunos de los más importantes intelectuales católicos como Mauriac, Maritain, Bernanos...


En agosto de 1938, salen hacia Esta­dos Unidos Antonio de Irala, secretario general de la Presidencia, Manu de la Sota y Aburto, Ramón de la Sota Mac Mahon o el periodista Aramburu. Su misión es la de constituirse en Delega­ción del Gobierno Vasco en Nueva York y crear allí la Liga Internacional de Ami­gos de los Vascos.


La labor de este grupo es impresio­nante. Sin apenas medios económicos van a recorrer los Estados del Oeste donde, desde antiguos existía una im­portante Colonia Vasca, en busca de ayuda eonómica. En Nueva York y en Washington, van a contactar, uno a uno, con todos los que tenían algo que decir en la Sociedad americana de aquel tiempo. Al mismo tiempo, van a organizar numerosos actos de propa­ganda, utilizando, fundamentalmente el cine y publicaciones para lo que crean una editorial -"The Basque Archi­ves"-, que publica obras como "El Caso de los católicos vascos" o "Los niños de Guernica", o trata de difundir el recién publicado libro de Steer, "El Árbol de Guernica".


A principios de 1939, se establece en Argentina una Delegación similar for­mada, entre otros, por Ramón María de Aldasoro, Ixaka López de Mendizabal, Santiago Kuntxillos, Pablo Artxanko... Estos comienzan a editar "Euzko Deya" que, en una primera fase, se distribuirá por todo Iberoamérica. El precedente inmediato de esta publicación había sido "Aberri Aldez", editada en Mé­xico.


La guerra mundial


Cuando comienza la guerra mundial, Aguirre hace un llamamiento a los vas­cos para que colaboren -y comba­tan- al lado de los Aliados. Incluso piensa en la creación de una Legión Vasca, siguiendo el modelo de la Legión Cheka que había combatido con los franceses durante la Gran Guerra. A tra­vés de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, centenares de refugiados firman tarjetas comprometiéndose con el esfuerzo bélico francés en un acto sin precedentes en el exilio republicano.


En mayo de 1940, José Antonio de Aguirre desaparece tras el avance ale­mán, iniciando su famosa epopeya a través de la Europa ocupada. Para entonces, ya existen Delegaciones Vas­cas en casi todos los países de América y en Filipinas. Su actividad va a ser deci­siva para salvar al Presidente vasco.


Cuando, finalmente, José Antonio de Aguirre llega a América su fama y su prestigio se ha extendido por todos los confines gracias a esa actividad diplo­mática de los vascos a través de las Delegaciones y de sus contactos con periodistas, intelectuales y políticos.


Instalado en Nueva York, el lehendakari va a multiplicar sus esfuerzos a favor de la Causa Aliada, en múltiples planos, pero, sobre todo, en el político. Y esto a pesar de lo que muchas veces se ha dicho. El Gobierno de Estados Uni­dos, y, singularmente, el presidente Roosevelt, estaba preocupado por la creciente influencia de las ideas nazi-fascistas en el continente americano. Y, en este punto, Aguirre va a jugar un papel fundamental. En 1942, finan­ciada por el Departamento de Estado, el lehendakari realizará una gira por dife­rentes países americanos, insistiendo en las tesis que ya apuntábamos.


De esta forma, a mediados de la década de los 40, como señalaba el historiador Hartmut Heine, Aguirre se había convertido en la personalidad de mayor prestigio de todas cuantas com­partían el exilio republicano en América. Incluso así lo entienden los propios republicanos. Al formarse el Gobierno Giral, los diplomáticos vascos -Agui­rre, Irala, Lizaso, Gatíndez- sirven de base y apoyo jurídico al presidente repu­blicano durante sus intervenciones ante las Naciones Unidas.
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