Los pro-rusos

Hay dos chicos españoles que se han ido a matar o a morir a las filas de los llamados pro-rusos de Ucrania porque suponen, en su infinita simplicidad, que Putin es un tío de izquierda y que la Rusia que controla y aherroja es una versión actualizada del Paraíso que nunca fue. La ignorancia y la poca edad, sobre todo lo primero, puede conducirles al punto sin retorno de quitar la vida a alguien que ni conocen ni les ha hecho nada, o al punto con menos retorno todavía de perder la propia, la única que tienen (y en agraz), en aras de una suposición mentecata, la de que merece la pena perder la vida, o arrebatársela al prójimo, en beneficio de Putin y de Nomenclatura, o lo que es lo mismo, de sus intereses económicos y geoestratégicos, o sea, económicos.

Pero dejando a un lado el hecho de que no es lo mismo que alguien (llevado por su buen corazón y de su fervor por la justicia) se vaya a liberar a las niñas secuestradas por Boko Haran o a socorrer a la población martirizada de Gaza, jugándose igualmente el pellejo, que ir a proporcionarle carne de cañón a Putin, hay algo en la acción de esos pobres compatriotas que sume, si cabe, en una mayor perplejidad: ¿a qué viene lucir los colores de la República Española, que representan la paz, la libertad y el progreso, en semejante carnicería? ¿Nadie les ha contado nunca a esos niños qué representa la bandera tricolor que lucen frívolamente en sus pulseras? ¿Nadie les instruyó nunca sobre su significado y sobre la mucha sangre que se vertió, por la codicia violenta y despiadada de la reacción, en su defensa?

Es el colmo. Uno ya había notado que hay gente, normal y hasta benéfica en algunos aspectos, que se cree que lo de Ucrania es una cosa de derechas contra izquierdas, pero esto de que dos críos se vayan allí a hacer el gilipollas, a matar y a morir, rebasa con mucho lo que uno puede digerir, aun tratándose de españoles. Vayan a Marbella esas criaturas y vean en qué villas de lujo se invertirá la sangre que tan estúpidamente derramen.