lunes 01 de septiembre de 2014, 08:54h
En
este tiempo inquietante que transcurre entre unas elecciones experimentales
-por dar un adjetivo no despectivo a las elecciones al Parlamento Europeo- y
unas elecciones municipales pegadas al terreno, reñidas y prácticas, se produce
habitualmente una peculiar tormenta de ideas con más ruido de truenos que
luminosos relámpagos. En este tiempo estamos durante varios meses. Durante esos
meses se va a cuestionar desde el reglamento electoral hasta la configuración
de partidos y coaliciones. Después tendremos un mapa de poder territorial
precursor y condicionante de unas futuras elecciones generales. Es de desear
que los llamados partidos hegemónicos -que lo son porque el electorado quiere
que así sean, tanto en su versión máxima como en su versión recortada- se
tranquilicen, por la cuenta que les tiene, y lleguen serenos a una
confrontación con normas más o menos consensuadas, soportadas o prolongadas.
Otra
cosa es el alborotado mundo de los inventos e improvisaciones de temporada. De
este capítulo vemos todo género de espectáculos. Desde los antisistema
demagógicos a los antisistema separatistas. Son las cruces que tiene que
soportar una democracia no excluyente, como Cristo tuvo que soportar la
compañía de dos ladrones. Menos espectacular son las piruetas internas de los
partidos que sueñan en prosperar en papel de bisagras a costa de los hegemones
disminuidos. Esa extraña vocación de querer ser bisagra cuando se sea mayor no
se sabe si es una confesión de la impotencia para ser algo más o una ambición
egoísta a colarse algunos personalmente en las instituciones y disfrutar de
algunas prebendas sin someterse a responsabilidades de programa o liderazgo que
controle sus actuaciones.
Este
es otro mundo, menos dramático que el de los aspavientos independentistas o
revolucionarios, más inofensivo y acomodaticio, como de pequeña burguesía o
intelectuales frustrados. Es el mundo de la tercería política sin una clara
base sociológica. Sus componentes se agitan, comen y debaten incansablemente
sobre matices ideológicos o diferencias personales que no suelen interesar o
ser comprendidas más allá de las cuatro paredes de sus cenáculos pero que, en
nuestros días, se cuelan a través de algunos espacios televisivos en la casa de
los ciudadanos que han tomado la política como una diversión, cuando no hay
transmisión de un partido de futbol. Aún así, siguen operando sobre un espacio
sociológico menor que hace que sus proyectos no tengan un atractivo diferente
al de las investigaciones paranormales de Cuarto Milenio. En resumen, se trata
de elucubraciones políticas faltas de la mínima profesionalidad que demanda el
tratamiento de los asuntos públicos de interés general y el manejo de las
instituciones del Estado, tan lejanos a los particularismos de tertulia.
Cuando
vemos, una vez más, como siempre desde que el sistema constitucional funciona,
moverse a unos y otros aspirantes a bisagras, untando con aceite de "tres en
uno" las junturas para ver si consiguen que no chirríen sus trifulcas, más
favorablemente nos impresiona la labor de los políticos que, desde la
Constitución hasta la fecha, han hecho posible que el ciclo de la Transición
discurra sin quiebras. Recuerdo como, allá por 1982, cuando quedó configurado
el mapa parlamentario con el PSOE y la entonces llamada AP, con Felipe González
como Presidente y Manuel Fraga como líder de la oposición, hubo un comentarista
eufórico que se atrevió a pronosticar: ha nacido el sistema de alternativas de
poder que durará tanto como el siglo XX. Nos pareció, entonces, un comentario
hiperbólico y aventurado a quienes, por sentido autocrítico, no podíamos dejar
de albergar alguna dosis de desconfianza o escepticismo. Pues bien, el
pronóstico duró válido tanto como el siglo XX y más. Ya vamos hacia quince años
del siglo XXI y se sigue discutiendo sobre si el bipartidismo es perfecto o
imperfecto. Han pasado treinta y tantos años. Los españoles de menos de
cincuenta años no han visto otra cosa desde que tienen derecho de sufragio. Y
siguen siendo unos cuantos "amateurs" los que siguen soñando con hacer de
bisagras. Hay que considerar afortunado e inteligente al pueblo capaz de
mantener este equilibrio parlamentario y no añadir más angustias a sus
problemas de seguridad y economía y a sus aspiraciones de progreso.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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