viernes 26 de septiembre de 2014, 12:12h
Qué
difícil es esta España siempre. Mi generación ha visto como se
pasaba de la mula al tractor, de la alpargata al 600, de la dictadura
a la democracia. Y no todo fue sencillo ni hermoso. Franco murió en
la cama y a duras penas llegó la democracia desde dentro, sin
rupturas ni más sangre que la de los asesinados por ETA cuya memoria
no debería nunca desaparecer. Ahora todo es cuestionar aquel camino,
repudiar el pasado, cambiarlo sin que nadie nos explique exactamente
por qué y se nos pasa el tiempo discutiendo la secesión de
Cataluña, la España de "Yupi" de Podemos, el cese de un
ministro, las camisas blancas que han sustituido a la pana y que
proponen un federalismo inútil que nadie entiende. ¿Y el Gobierno?
De perfil, que debe ser el lado bueno de Rajoy.
Nos
rodean millones de parados y la corrupción se ha incrustado en el
sistema sin que parezca que la Justicia tenga prisa alguna por poner
a cada uno en su sitio y devolver al pueblo lo que al pueblo se robó.
Todo aquí se eterniza, hasta la firma de la pintoresca Ley de
Consulta aprobada por el Parlamento de Cataluña y que hasta este
sábado seguirá flotando como un fantasma incorpóreo sobre todos.
La explicación de este retraso es pueril: Mas quiere estampar la
firma una vez pasado el Consejo de Ministros, la comparecencia de
Pujol para explicar su fortuna y el partido del Barça. Aquí ya vale
todo. Como si esta maniobra sirviera para algo. Da igual; lo que va a
pasar está previsto salvo la sentencia del Constitucional que esa si
puede ser un encaje de bolillos que no convenza a nadie porque que
más que satisfacer podría dar coartadas a unos y otros para evitar
con cierta dignidad aparente, eso que algunos han llamado choque de
trenes
Y
mientras todos miramos al dedo y no a la luna, la jueza Alaya sigue
su instrucción sobre los EREs de Andalucía, Bárcenas se cansa de
la cárcel, una infanta de España sigue en entredicho, el PP bajo
sospecha y la familia Pujol tranquilamente preocupada pero sin que
nadie haya ordenado ni siquiera un registro.
Todo
esto parece un sinsentido. Es, y me van a perdonar, como lo del
"encaje" de Cataluña en España, como el reconocimiento de lo
que ya todos llaman su "singularidad". ¿Y eso qué es
exactamente en el Siglo XXI además de la suerte de tener una lengua
propia? ¿Por qué es más singular Cataluña que Extremadura o La
Rioja? ¿Y cómo es posible que la izquierda, de siempre
internacional, esa Esquerra Republicana abandere semejante elitismo
discriminatorio reclamando la sentimentalidad arcaica de un identidad
histórica que no existió o existió para todos.
España
no aburre nunca pero siempre cansa; aquí todo se eterniza, todo se
perpetúa, todo se hereda y los que salen nuevos ofrecen soluciones
antiguas, titulares sin texto, futuros sin proyectos que los
respalden. Sueño con una España aburrida y monótona como país
para poder disfrutar y divertirme como ciudadano.