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Pablo Iglesias quiere ser Felipe González

Pablo Iglesias quiere ser Felipe González

lunes 20 de octubre de 2014, 13:56h
El discurso programático del líder de Podemos ha dejado las musas y ya está en el teatro. El deseo de Pablo Iglesias de imponer su criterio y su liderazgo único bajo las dos presiones - advertencias que ha lanzado a los suyos:  nada de triunviratos ni de alternativas o me marcho, me recuerda y mucho al Felipe González del XXVIII Congreso del PSOE, en el que el abandono del maximalismo marxista y el adiós definitivo a lo de " primer secretario" como una forma de dirección " colegiada" dejaron paso a su poder único y sin fisuras, a la búsqueda del centro sociológico por parte del socialismo hispano, y a la llegada al poder con mayoría absoluta.

Si unos días antes, con ocasión del 40 aniversario del Congreso de Suresnes, era Pedro Sánchez el que buscaba la imagen y el apadrinamiento de González y de Guerra para proyectar su propio futuro, ahora ha sido el líder de Podemos el que, sin nombrarlo, el que ha puesto al político sevillano ('protegido de Willy Brandt y Olof Palme) como su imagen de cabecera. La búsqueda de la "centralidad del tablero" tiene mucho de abandono de la radicalidad que le llevó a convertirse en el ganador mediático de las elecciones europeas, y de aceptación de las reglas de juego que existen y rigen la vida pública en Occidente, en Europa y en la España que aprobó la Constitución de 1978.

Felipe González supo desde el principio que para llegar al poder necesitaba cambiar al Partido Socialista que venía de los viejos recuerdos del exilio y los principios políticos que se mantuvieron con la dirección de Llopis y compañía; pero también sabía que para colocarse al frente de la opción de centroizquierda del país, para desplazar como referencia de la lucha contra el franquismo al Partido Comunista de Santiago Carrillo, necesitaba inicialmente mantener un discurso y una puesta en escena más radical que la del resto de partidos y formaciones que peleaban por ese lugar de privilegio. Pablo Iglesias está siendo un alumno aventajada y está haciendo lo mismo. Bien secundado, como pasó a González, con los Boyer, Solchaga, Castellano, Redondo y compañía, con sus Bescansa, Iglesias, Errejon y Monedero.

A uno y otro siempre les molestaron los troskistas, de la misma manera que Lev Davidovich Bronstein molestó al triunvirato que formaron Zinoviev, Kamenev y Stalin para conquistar primero el poder en la Rusia post zarista tras la muerte de Lenin, convertirlo en traidor, expulsarle de la Unión Soviética, y terminar asesinado en Coyoacan con el piolet que empuñaba el español Ramon Mercader. Una advertencia histórica para los dirigentes de la Izquierda Anticapitalista que tiene en Pablo Echenique a su más reconocible dirigente. Lo de "echarse a un lado" no es una figura retórica de Iglesias y el tiempo lo va a demostrar más pronto que tarde.

Si Podemos se propuso primero fagocitar a Izquierda Unida ya lo ha conseguido, pero con ese diez por ciento de los votos que representa la formación de Cayo Lara no se conquista el poder, como máximo se ayuda a alcanzarlo y se participa para invitado.  El objetivo de cara a los sucesivos comicios electorales de 2015 es situarse en el espacio del centro político y para ello se desdibujan las propuestas más radicales, se asumen las mismas que ya se ha planteados la izquierda española desde hace treinta años, eso sí, con un barniz de sociedad 3.0. Conseguida esa base de programa socialdemócrata, que no otra cosa es la que ha salido de la cita el pasado fin de semana en Madrid, se le disputan al tambaleante PSOE sus antiguos votos y se le hacen unos cuantos guiños de regeneración dentro de un orden a los más liberales y descontentos del Partido Popular, no en busca de una mayoría absoluta que se antoja imposible, pero sí de ser los más votados en el espacio del centro- izquierda. Luego llegará la hora de los pactos y las negociaciones.
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