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El gran silencio

El gran silencio

sábado 15 de noviembre de 2014, 10:39h
En el principio había tinieblas sobre la faz del abismo y dijo Dios haya luz, y la luz se hizo, dice el Génesis. La luz comenzó con una gran explosión de vida, y poco a poco, esa misma luz se fue volviendo materia en cuanto las partículas que la contenían comenzaron enfriarse. La Biblia llama a este proceso Génesis, y los
astrofísicos Big Bang. La primera habla del gran Dios que lo creó todo, con intensa prosa llena de cosmogonías y literatura. En su enorme colección de sentencias dice que toda sabiduría viene del gran Dios, y quién sino él contará la arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días de la eternidad.

La Biblia dice que solo uno es el sabio, quien está sentado en su trono, el trono del tiempo, el trono de lo infinito, el trono de la eternidad. Pero el ser humano, que ya en el principio quiso acceder a esa sabiduría creando sus propias leyes, no solo quiere contar la arena de los mares, quiere contar también el polvo de las estrellas. Y no quiere leer solo en la Biblia, en donde se encuentran las certezas a través de la fe. Quiere leer también en el inmenso libro del universo, por donde van los átomos convirtiéndose en estrellas y planetas. El ser humano, que según la Biblia es una semejanza de Dios, un destello dijo Goethe, quiere desentrañar el campo de la materia hasta encontrar sus letras primigenias. Manda un robot a un cometa para poder descubrir si la primera molécula de la vida, que surgió en las aguas, llegó viajando desde el espacio.

Y Dios modeló al hombre en el barro, dice la Biblia, y la biología desentraña el tiempo de ese acto en aguas pantanosas en las que moléculas orgánicas comenzaron a unirse para crear lo que vive. Todo desciende de los mismos quarks, las piedras, los árboles, la materia que a través de las cuatro leyes del universo (gravitación, atómica, subatómica y cargas eléctricas) va formando su realidad. Esta gigantesca obra de teatro comenzó en el escenario de la Nada.

La luz que Dios creó en el Génesis es para los físicos una fluctuación cuántica de la Nada, algo difícil de entender, como la propia física cuántica. Pues la Nada,
como indica su nombre, es imposible que sea el principio de algo. Dice Hawking que el ser humano ya no necesita a la filosofía o la religión para contestar a las preguntas. Sin embargo, el inmenso enigma del Vacío Creador hace verdad aquella paradoja de Sócrates. Cuanto más se conoce más se aprecia lo mucho que falta por saber. Para unos el Enigma lo resuelve la Biblia. Para otros la Ciencia. Mi mente y mi corazón me dicen que en aquel Gran Silencio anterior a la luz, está la verdad. Y que es imposible descubrirla. Como decía Lao Tse: El Tao (Dios, Camino...) que puede ser nombrado no es el verdadero.
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