martes 18 de noviembre de 2014, 19:00h
España está viviendo unos tiempos revueltos donde se mezclan el amor y el odio en cantidades preocupantes, por sus consecuencias, y poco frecuentes por su volatilidad. Amor y odio, cal y arena en el sentir de una ciudadanía que tiene todo el derecho a castigar a los responsables políticos que son incapaces de solucionar sus problemas porque prefieren el enfrentamiento y la guerra sucia frente a la posibilidad de acuerdo y consenso en asuntos de Estado, el más acuciante de los últimos años, el paro y la crisis económica de la mano de una profunda crisis de principios y de valores.
A esta ineficacia y negligencia, se le añade una corrupción que parece más galopante de lo que realmente es, aunque ya de por sí es inaceptable e intolerable en una sociedad que se precie. La cultura del pelotazo y del gasto desenfrenado y que pague el que venga, que arree, ha intoxicado y podrido demasiados estamentos de diversos sectores de la sociedad española. No solo son incapaces y corruptos algunos políticos, también algunos empresarios, algunos funcionarios, algunos periodistas y repito el término algunos porque en el otro lado de la balanza está una mayoría de ciudadanos esforzados y trabajadores que no se merecen en absoluto los daños que están sufriendo.
El esfuerzo colectivo de todos los españoles, con un liderazgo difuso, ha conseguido que se empiece a remontar una crisis que a punto ha estado de resquebrajar totalmente a toda la sociedad, a su economía, a sus organizaciones civiles, a sus instituciones públicas y privadas pero no ha podido con el núcleo de la familia que se ha convertido en uno de los principales bastiones para resistir y poder salir adelante.
La capacidad de sobreponerse y luchar para superar las adversidades es la que se ha impuesto en España, un gran país con una población diversa y extraordinaria, donde se empieza a recuperar el empleo y los datos macroeconómicos son positivos.
Por eso, no debemos permitir que algunos incapaces y corruptos, algunos oportunistas populistas y nacionalistas, aprovechen el enorme y lógico malestar de una parte relevante de los españoles para echar por tierra un país que merece la pena, una democracia imperfecta pero con mucho margen de mejora y una convivencia entre todos con un nuevo nivel de consenso, progreso y bienestar ganado a pulso.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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