lunes 01 de diciembre de 2014, 08:11h
Con 10 cañones por banda, viento en popa, a toda
vela, y 127 kilos de cocaína en el pañol donde se guardan las velas del 'Juan
Sebastián Elcano' -ni más ni menos que el buque insignia de la Armada Española-, tres marineros de su tripulación
eran detenidos el pasado mes de agosto como artífices del
delito que ya ha manchado el nombre del buque por el que ha transitado toda la
oficialidad marina patria desde tiempos inmemoriales.
Y aún no repuestos del susto patriótico del verano hispano, hete aquí que,
mediado el mes de octubre, dos marineros más del Elcano eran detenidos también como
consecuencia del avance de las investigaciones de la Armada en colaboración con la Guardia Civil y otras
instancias implicadas en la investigación.Hace unos días, un tercero, de modo que
suman ya seis.
Los detenidos de entonces y los de ahora, parece
que fueron captados por narcotraficantes
colombianos en las escalas que el buque escuela hace, de vez en cuando, en
Cartagena de Indias (Colombia) para que transportaran
droga entre esa ciudad y Nueva York a cambio de una cantidad económica
por kilo transportado. De todos modos, el "modus operandi" de los
narcotraficantes colombianos podría haberse desplazado perfectamente hasta la
base de San Fernando en Cádiz, que es la
habitual del buque escuela español, y con los mismos o parecidos
resultados. Y es que los narcos saben
también que es eso de la planificación estratégica, y cavilan lo suyo para ver
a quien le endiñan la mercancía, y con quién se están jugando los cuartos, y últimamente esto de
apropiarse de lo ajeno, o traficar
con lo indebido, se da mucho por estos lares, cosa que no ha pasado
desapercibida, ni mucho menos, a nuestros hermanos delincuentes del otro lado del
Atlántico.
Y es que la cosa ya no es la
que debía. Presidentes de autonomías que
se lo llevan crudito, al frente de familias naturales o ideológicas, que también resultan
lucrativamente beneficiadas; altos dirigentes de partidos políticos, sindicalistas,
empresarios, gerentes, auditores, pícaros en definitiva de todo aspecto, porte
y pelaje, no van ahora a negarle a seis marineritos
la dudosa gloria de entrar a formar parte
de esa lista (nunca mejor dicho) nacional de embaucadores, pillos y
sinvergüenzas, cuyo número es ya tal, que dudo que tengan cabida en aquellos
tochos que Telefónica dejaba en nuestros domicilios y que, si mal no recuerdo,
llevaban ya el apelativo de "listines".
Zoo
Siempre
habrá también un hueco para otros dos recientes, curiosos y
avispados y presuntos truhanes, (cuidado, que al final, es el mensajero quien acaba en los juzgados o en
las cárceles), que detectamos también en torno al pasado verano en el Zoo de
Madrid. Esta pareja de empleados parece que desvió la módica
cantidad de 1.168.147 euros, según
cálculos del Zoo madrileño, como producto del robo, para conseguir el cual
tuvieron que vender más de 40.000 entradas falsas en un año, el tiempo estimado
por la inactividad de una de las taquillas (la número dos), a través de la cual
realizaban estas operaciones fraudulentas.
¡Dios mío! ¡Adiós a la
inocencia infantil! Sí, sí, hay que
tener cuidado hasta de llevar a
los niños al zoo... Ese zoo que dio cabida
al oso panda (Es el panda, es el panda, un osito que aún no anda, es el panda,
es el panda que ha nacido en Madrid). Ya lo
avisaba mi paisano don Miguel (de Cervantes, por más
señas, para los indocumentados), que en el patio de Monipodio tenían cabida
desde los más ilustres, a los más plebeyos, desde el más avezado ladrón de
guante blanco, al más despreciable de los tironeros de barrio. Total, antes
como ahora, aquí como allá, de lo que se trata es de vivir del cuento y de
burlarse de los que pasan a nuestro lado
que, en el mejor de los casos, son unos panolis que, además, están orgullosos
de su decencia, su bonhomía y su
trabajo que, después de lustros y lustros de esfuerzo, puede que, a lo sumo,
les dé para un entierro de tercera, media incineración y el agradable recuerdo
de los más cercanos que, por otra parte, lo habrían tenido ya ganado por lazos de consanguinidad. Vamos, que aquí el
que no corre y vuela (los pájaros del zoo), nada o navega (los del Juan
Sebastián Elcano, o los políticos, sindicalistas y empresarios periféricos o centralistas, que para el caso son iguales),
si no han llegado todavía, están en camino.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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