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Tulaytula, los siete magníficos y el mago

Tulaytula, los siete magníficos y el mago

domingo 11 de enero de 2015, 14:40h
Desde el mismo cerro que domina la herradura del Tajo y desde el que Jabal al-Tarik convirtió el Tolentum romano y visigodo en la Tulaytula árabe, Mariano Rajoy miró al futuro electoral de España y de su partido acompañado por su consejo de gobierno en el PP, en el que tiene repartidos los poderes, las claves y los afectos: por un lado María Dolores Cospedal y Carlos Floriano, encargados de organizar y distribuir ordenes desde el centro de Génova al resto de la formación, por otro Javier Arenas, el visir ambicioso de los territorios, con Esteban Gonzalez Pons de media punta liberal por Europa; por un lado Rafael Hernando, el último fichaje, el defensa del no pasarán, por otro Xosé Manuel Barreiro, la cuota gallega del subir y bajar en la escalera, los dos extremos parlamentarios que desembocan en Soraya Saénz de Santamaría. Con ellos y con sus redomas demoscópicas y augurios electorales, el mago Pedro Arriola, visitador del Delfos hispano, sumo sacerdote al que consultan los reyes de la derecha española antes de lanzarse a la cruel batalla de los votos.

Tarik dejó su nombre al Gibraltar de las traiciones y luchas por la corona antes de llamar a su ex jefe, Musa Ibn Nusair, para que le ayudará a ganar la gran batalla de Guadalete, allá cuando el siglo VIII apenas balbucías y el rey Rodrigo escondía el mítico tesoro de su estirpe en las catacumbas arrianas del gran Leovigildo. Unido en el tiempo con el caudillo beréber por su sentido del poder y de la paciencia, y en lo físico por las barbas blancas que adornaban sus caras, Rajoy confirmó en Talaytula, café en mano, que llamar de nuevo a José María Aznar, para que incorporara a las fuerzas populares a una parte de esos dos millones de personas que no habían acudido en las elecciones europeas a defender la enseña azul y la blanca gaviota, era bueno y necesario. Su Guadalete tenía fecha: 24 de mayo de 2015. Tenemos que vencer les dijo a sus seis acompañantes. Y el mago, que aguardaba en silencio, vio llegado su tiempo y trasladó a sus señores que el vuelo de las ocas les era propicio, que los signos del dinero y la confianza señalaban victoria y que la división de los adversarios sería su ruina cuando la espada D'Hont repartiera mandobles en forma de escaños.

Cuatro meses por delante en los que desplegar todas las divisiones del ejército Popular. Francotiradores en los medios de comunicación para los cuerpo a cuerpo con los jóvenes cachorros recién llegados al campo de batalla desde la irredenta izquierda española. Acercamiento a los futuros y necesarios socios de gobierno que habrá que tener para conservar la mayor parte del gran poder conseguido en 2011. Medidas económicas salidas de los ábacos del cambista Montoro, bálsamos sanitarios de Alonso para sofocar las revueltas de los desfavorecidos,  datos y datos y datos cargados con la pólvora de la esperanza. Cambios, los justos, los imprescindibles, que no hay que hacer mudanza en tiempos de conturbación. ¿ El canciller electoral ?, ¿ la persona que se encargará de coordinar las acciones hasta que el reloj del 24 de mayo coloque las manecillas en las 8 de la tarde?. - Saldrá de mis labios en la asamblea del lunes, 12 de enero, les dijo.

 Y una leve mirada de complicidad a la señora de la casa, a la anfitriona de la reunión, hizo saber a los otros que la decisión estaba tomada y que el secreto era cosa de dos y de la lógica, que los extremos siempre se tocan. Un domingo de alcaldes por delante en Ciudad Real, y una tarde europea contra el terrorismo por las calles de París. El mago guardó sus runas de papel tan satisfecho como siempre. Los sumos sacerdotes se reservan siempre el papel de interpretar el futuro, los signos del dios Multitud.

En el Salón del palacio de seis siglos que es Fuensalida y en el que habita el retrato de la emperatriz Isabel de Portugal  - la que viajó en féretro hasta Granada - aún resuenan los pasos de María Dolores Cospedal cuando se despidió de Mariví, la fiel de los fieles, para subir al Parador y dejar que Vicente Tirado sonriera a los turistas que pasaban de la iglesia de Santo Tomé al Taller del Moro por el empedrado de la plaza del Conde. Isabel y Fernando, Fernando e Isabel cargaron con sus carpetas y agendas, con sus ojeras de servicio 24 horas y escaparon con los suyos.
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