Artur Mas no es Clark Kent
viernes 16 de enero de 2015, 11:07h
(a José Luis Alvite con todo el corazón)
Lo de Artur Mas
no tiene nombre. Su carrera política es una sucesión de fracasos que el
presidente no está dispuesto en manchar ahora con un éxito así que vuelve a
convocar elecciones en Cataluña con la misma pertinaz y absurda obcecación con
la que hasta hace unos días lo peces bebían en el rio y volvían a beber. Aunque
nadie nunca haya sabido por qué, a los famosos peces les guiaba un afán al
menos noble: bebían y volvían a beber por ver a Dios nacer. ¿Qué espera Más que
engendre esta nueva convocatoria hecha por mandato de Esquerra, según los
deseos de Esquerra y a beneficio de Esquerra? ¿Qué ve Artur Mas que los demás
no vemos para abrazar el fracaso con esa pasión? Ha puesto en peligro -y habrá
que ver qué pasa- la histórica alianza con Unió; ha marginado, aunque no lo
quiera reconocer y nadie se lo diga claramente, a un sector básico en
Convergencia, esa burguesía catalana tan sabia que está orgullosa de sentirse
muy catalana, bastante conservadora pero
me temo que poco independentista si alguna vez llega la hora de la verdad.
Artur Mas me
recuerda mucho, físicamente, a Clark Kent, el periodista tranquilo que escondía
en su interior nada menos que a Supermán. Pero ni "La Vanguardia" es el "Daily
Planet", ni Pilar Rahola es exactamente Lois Lane, ni Barcelona tiene mucho que
ver con la mítica ciudad de Metrópolis. Pese a todo muchos catalanes siguen
esperando que Mas entre en su despacho y en décimas de segundo salga volando
hecho el Supermán de la soberanía que ellos esperan con las mismas ganas que la
otra mitad de Cataluña (tal ven un poco más de la mitad) siguen pidiendo lo del
chiste: Virgencita, Virgencita, que me quede como estaba.
Pero Artur Mas
lleva haciendo dos cosas mal con una vocación poco común: equivocarse
escogiendo amigos soñadores y no gobernando. Lo segundo es peor, claro, porque
las consecuencias de los delirios es que toda su súper fuerza la dedica a
perseguir fantasmas en lugar de luchar contra el paro, defender la sanidad y
atender a la educación. Y cuando alguien le dice algo de eso, como todos los
héroes, tiene a quién echar la culpa: Aquiles tenía problemas con su talón,
Supermán con la kryptonita y Mas con Madrid.
Y luego las malas
compañías que le convencen una y otra vez de que no sólo es posible sino muy
rentable hacerse independiente. Y da igual que políticos e instituciones europeas
le adviertan de su aislamiento, da igual que grandes economistas le anuncien el
desastre de una Cataluña independiente y da igual que hasta los estudiantes de
primero de Derecho le expliquen que eso de las elecciones plebiscitarias no
sólo es propio de regímenes totalitarios sino que ni se contempla en ningún
país medianamente serio. Mas no quiere saber nada y convoca unas elecciones que
va a perder con/contra Esquerra, que no van a tener más que fatales
consecuencia de dolorosas rupturas interiores y que, naturalmente, no van a
conseguir la independencia de Cataluña por mucha declaración unilateral que en
su momento se planteé.
Comprendo que es
triste para Artur Mas, pero la radiografía es la que es y lo que no se entiende
-porque Mas debe ser un buen hombre- es que esté tan ciego y no vea el tumor
que aparece nítido en la placa negra de una Cataluña que se merece mucho más de
lo que tiene.