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Multiculturalismo

Multiculturalismo

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 19 de enero de 2015, 10:59h
Ahora hay muchos izquierdistas empeñados en convencernos de que existen muchas culturas, que todas son buenas y que deben acomodarse como tales dentro de eso que llaman multiculturalismo. Es por ello un momento oportuno para citar a un pensador que fue considerado "nueva izquierda", Herbet Marcuse, que definió la cultura como: "Un proceso de humanización que se caracteriza por el esfuerzo colectivo para proteger la vida humana, mitigar la lucha por la existencia, encuadrándola dentro de unos límites soportables, estabilizar una organización productiva de la sociedad, desarrollar las facultades intelectuales del hombre y reducir o purificar las agresiones, la violencia y la miseria". Dentro de este proceso se pueden ir integrando distintas tradiciones, lenguas, costumbres, folclores y creencias. No hay unas culturas étnicas superiores ni inferiores, porque solo hay una cultura como proceso progresivo de la especie humana, contra la cual se resisten factores regresivos de carácter anticultural. Hay formas de vida colectiva compartimentadas, como islas incomunicadas en el proceso general de culturización de nuestra especie, cuya pluralidad puede ser respetada o influida civilizadamente como un deber que nos impone el humanismo, pero otra cosa es considerarlas con mentalidad relativista como si fuesen iguales y combinarlas como modelos intercambiables y homologables según las circunstancias o las conveniencias del momento.
 
Quizá nadie dude en tachar de anticulturas aquellas agrupaciones colectivas cuyos métodos proponen la muerte de quienes no comulgan con sus doctrinas, que prohíben la libertad de expresión o reprimen absolutamente cualquier forma pública de discrepancia. Son como manchas de aceite incompatibles con la transparencia del agua. Pero estos radicalismos exacerbados no son los únicos círculos contraculturales que flotan sobre la superficie fluida de una humanidad libre. Existen caldos de cultivo de donde emanan los radicalismos que, con apariencias menos agresivas, son el trasfondo reaccionario del que se desprenden los fluidos aberrantes de la intolerancia. Allí donde la mujer es considerada como un ser desigual, donde se pueden imponer determinadas indumentarias o infringir determinados castigos, está la raíz de la contracultura y no se trata de singularidades o diferencias propias del mosaico multicultural. Allí donde la creación artística debe seguir unos cánones predeterminados y la figura humana no puede desnudarse ni el espíritu encarnarse en formas físicas, no puede considerarse que se trate de un estilo sino de un contraestilo. Allí donde la gastronomía no está inspirada por la dietética sino por preceptos caprichosos no se alimenta otra cultura, ni donde la vestimenta oculta la imagen tampoco puede hablarse de otra moda. Allí donde la medicina tropieza con estorbos para su práctica por prejuicios religiosos y no se trata a las personas de acuerdo con el libre ejercicio de las facultades de la ciencia no se puede hablar de una cultura de la salud. Allí donde la espiritualidad no puede desenvolver públicamente sus diferentes propuestas para buscar la trascendencia divina de lo humano no existe otra cultura sino un clima de opresión, donde la religión y el Estado se confunden y amalgaman.
 
Cuando lamentamos aberraciones contraculturales violentas que aterrorizan la sensibilidad de las gentes civilizadas, no tenernos que pensar solo en los horrores de la sangre sino en el error que supone relativizar el concepto de cultura. El error de renunciar a la expansión del humanismo, a la extensión de la libertad y a la ruptura de las murallas físicas o morales que mantienen cerrados los guetos sociales o los sistemas políticos. La mas falsa de las opiniones es cegarse con la venda del multiculturalismo y autoengañarnos con que todo vale, todo es bueno, y todas las costumbres y los vicios son asumibles por el simple hecho de que se practican por poblaciones numerosas y que, frente a ello, el único apostolado legítimo es la complacencia desde la distancia. Allá cada cual con sus manías o sus fanatismos, mientras no traspasen la puerta de nuestra casa. No son cultura los dogmatismos aislacionistas impuestos por una presión social acrítica y un fanatismo religioso excluyente. Los cotos cerrados por la pasión liberticida y las propuestas irracionales no pueden estimarse como variedades culturales sino como opresiones de la mente humana. La desorbitada proliferación del fundamentalismo es la demostración del fracaso del multiculturalismo relativista. El mundo islámico no acaba de integrarse en el mundo de la libertad porque nadie se lo demanda ni se lo aconseja. Ese es el error suicida del multiculturalismo. Dejar que el mundo abandone su proceso global de culturalización y dormir el sueño egoísta de la indolencia, del que nos despiertan, de cuando en cuando, los batidores de la contracultura con el estruendo de una explosión o de unos disparos de kaláshnikov.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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