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Tres viejos

Tres viejos

lunes 02 de febrero de 2015, 13:28h
Italia siempre sorprende. Heredera de todos los vicios políticos de Roma, pero también de algunas de las virtudes de aquella República  de agricultores que solo la llegada del Imperio logró corromper. Después de años de trampas y pufos a cuenta de Berlusconi y sus gobiernos y de los apaños parlamentarios que han permitido apuntalar a sus sucesores, resulta que la crónica política se torna noble merced al testimonio sobrio y honrado de dos ancianos: Giorgio Napolitano y Sergio Mattarella

El primero, antiguo dirigente comunista, deja la Presidencia de Italia con el reconocimiento de sus  conciudadanos. Como antaño el socialista Sandro Pertini, se va dejando un valiosísimo legado de honradez. Le sustituye Sergio Mattarella, antiguo democristiano que en los noventa fue ministro con Andreotti y dimitió por estar en desacuerdo con una ley hecha a la medida de la bulimia de poder de Silvio Berlusconi, un empresario que arrastraba fama de desaprensivo. Mattarella, profesor de Derecho y juez, cruzó la raya para dedicarse a la política tras ver cómo un pistolero de la Cosa Nostra  asesinaba  a  su hermano Piersanti  que era el presidente de la región de Sicilia. Mattarella que tiene fama de ermitaño,hombre silencioso al que cuesta arrancar declaraciones , representa lo mejor de la política: el compromiso con los ciudadanos  y el repudio a convertir el poder en instrumento de culto a la personalidad o pasaporte para los negocios. Sí hay un país donde la clase política ha devenido en "casta" ese lugar se llama Italia.  

Berlusconi nombraba ministros a los ejecutivos de sus empresas y tanto la Democracia Cristiana como el Partido Socialista o el mítico PCI de Berlinguer devinieron en estructuras extractivas corruptas a las que los italianos acabaron dando la espalda. Sin embargo, la Italia de la política florentina y tantas veces sucia, también nos ha legado tres ejemplos magníficos de políticos íntegros pese a vivir rodeados de corruptos. Los ya citados Pertini, Napolitano y Mattarella. Los tres eran ya ancianos cuando aceptaron la púrpura. Ahora que el mundo de la publicidad ha conseguido imponer al resto del mundo la idea de que solo lo joven vale la pena es hora de reivindicar a estos tres viejos ejemplares.
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