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Lo que se juega

Lo que se juega

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 23 de febrero de 2015, 09:55h
            Hace bastante tiempo que los españoles daban muestras de desafección hacia la política cotidiana. A las circunstancias ingratas de la crisis se unió el rechazo a frecuentes episodios de corrupción, el distanciamiento de los aparatos partidarios y el escaso atractivo popular de los líderes. En el tránsito por ese valle sombrío surgieron, como setas después de la lluvia, variada clase de iniciativas oportunistas para hacerse algún  hueco a costa del deterioro del predominio bipartidista, sin mayor ambición que ganar influencia como bisagras o como socios en una composición más compleja de las instituciones representativas. Hasta ahí todo parecía explicable y era como una consecuencia natural de la fatiga de materiales de un sistema exitoso, que había dado unos frutos sin precedentes de estabilidad, libertad y progreso pero, también, había sufrido graves deterioros por el paso del tiempo y los baches del camino. No tenía nada de extraño pensar que, en próximos procesos electorales, se produjesen cambios, novedades y hasta alguna sorpresa, sin que se pusiese en peligro la convivencia, la seguridad y la estructura económica de la nación.
 
            No era, por el contrario, tan explicable y previsible que, en medio de un clima propicio a vientos de depuración y actualización surgiese, y se estimase como un factor operativo, una corriente pútrida con rasgos sicóticos  que no pretendía competir con otras alternativas de gobierno sino derribar el edificio laboriosamente construido por varias generaciones de españoles. Gentes predispuestas a dejarse patrocinar por ayatolas teocráticos o chavistas bolivarianos, propicios a descentrar el eje de la seguridad atlántica, a dialogar con el terrorismo, a desbaratar los niveles económicos europeos y, por supuesto, dispuestos a reabrir la incertidumbre constituyente en España, como hicieron otros devotos de los fracasos políticos hace ochenta y cinco años. Que existan estos ideólogos de simposio en un marco de libertad intelectual es inevitable, como lo es que se crean que el mundo en el que vivimos pueda ser obra de la influencia de Trostky, del Che Guevara o de Nicolás Maduro y no de Churchil, de John Kennedy o de Juan Pablo II. Estos teóricos son como son y no tienen remedio. Lo inconcebible es que haya semicultos bocazas extrovertidos, cegados por su despiste o su resentimiento, que se diviertan diciendo a quien quiera escucharlos, y si es un encuestador mejor, que van a votar a tales orates, diciendo como Sansón al romper las columnas del templo: muera yo y los filisteos.
 
            La única consecuencia positiva que ha provocado la intrusión en las cábalas preelectorales de esta tropilla de indocumentados con su tendencia al morado funerario y republicano, es que nuestros compatriotas, mucho más listos de lo que creen los demagogos vocacionales, vayan dándose cuenta de lo que han puesto en juego. Lo que está en juego no es la libre elección de partido, más hacia la derecha o más hacia la izquierda, sino la resurrección de los viejísimos tics totalitarios, que no son "de derechas ni de izquierdas", porque pretenden serlo todo ellos y solamente ellos. Nada grave sucedería en España como nación ni en el más pequeño municipio como pueblo porque presidiesen socialistas o populares. Lo grave es que no pueda presidir ninguno o que lo tenga que hacer pactando con el diablo. Lo grave es que el Estado pueda perder el rumbo y una de las grandes naciones de Europa y de las plataformas estratégicas del mundo libre se pueda retrotraer a una zona oscura con riesgos de inseguridad o ruina. Por ello, según pasan los días y llegan fechas de prueba, hasta las menos fiables encuestas van perfilando posiciones más realizables y menos contraproducentes. Primero Andalucía, luego Madrid, después Cataluña, luego generales.
 
            Por espectaculares que sean los gérmenes malolientes de corrupción, por vacilantes que sean las candidaturas y por imprecisos que sean los programas, una cosa es arreglar las cuentas a quienes lo merezcan y otro regalar la llave de la caja a pícaros irresponsables. Los partidos tradicionales, en peores condiciones y con peores equipos que otras veces, van a tener que cumplir sus papeles con más esfuerzo que nunca y recuperando fortaleza de su aparente debilidad. Juntos o separados, su deber inexorable es salvar el bache y continuar la ruta de la libertad, la seguridad y el progreso. El único favor que la formación titulada "Podemos" está haciendo a España es marcar con trazo grueso la línea roja del involucionismo de inspiración marxista, infectado por injerencias exteriores de regímenes fracasados cuyo ejemplo, en ningún caso, ni debe ni puede ser traspasado a la Europa contemporánea. Cuarenta años después es conveniente, de nuevo, otro triunfo de la reforma sobre la ruptura, y del constitucionalismo sobre el caos. Este es el reto que deberán afrontar los españoles en próximos comicios.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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