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Los mortadelos del CNI

Los mortadelos del CNI

jueves 19 de marzo de 2015, 13:18h
Mal asunto cuando los servicios nacionales de inteligencia están en boca de todos y sus actividades inconfesables aparecen colgadas en las redes sociales. Todo ello sucede por culpa de las maniobras tenebrosas que han enterrado la carrera política de Ignacio González bajo el lodo de la sospecha y la desconfianza. El descabello fulminante del Presidente González, encadenado aparentemente a los manejos policiales que el mismo denuncia, ha removido las aguas subterráneas en las alcantarillas del Estado y una espuma delatora flota en la superficie del depósito. Aquello que se nos presentaba como la investigación reglada de una denuncia en los juzgados, se ha convertido en munición política de grueso calibre. Conocemos la identidad del objetivo elegido, pero poco o nada sabemos de los posibles muñidores de una operación tan evidente. En cualquier caso, las secuelas del suceso se amontonan en los despachos principales del Gobierno.

Resulta inexplicable que presuntos agentes secretos, con muchos años de actividades clandestinas a sus espaldas, se descubran repentinamente en la pasarela mediática sin taparse lo más mínimo. Parece también incomprensible que se conozcan los escenarios donde han desplegado sus misiones encubiertas, relacionados todos ellos con el terrorismo, el tráfico ilegal y los conflictos armados que amenazan la estabilidad del mundo. El asunto se ha disparatado y las filtraciones interesadas, de propios y contrarios, se acumulan en los medios de comunicación. Los afectados utilizan las confidencias como si fueran armas arrojadizas, citándose en el sotanillo de los espías para saldar cuentas pendientes, comprometiendo en la pelea a colaboradores y confidentes, convirtiendo sus antecedentes profesionales en crónicas de sociedad y aireando informes censurados en la ventana pública que más les conviene.

De repente hemos sabido que andan por ahí policías con una grabadora en el bolsillo, que han sido o todavía lo son espías condecorados por servicios a la patria, que se reúnen con los sujetos investigados en locales públicos y que se presentan a los incautos como tratantes de pesquisas a la carta y expedientes X. Cuando tales episodios suceden, como es el caso, puede ocurrir que algo de lo hablado con ellos aparezca, manipulado o no, en las páginas de los periódicos. No se ha localizado aún el despacho que se utilizó para filtrar tan golosa y comprometida información. Tampoco sabemos la identidad de los autores y si actuaron por iniciativa propia o dirigidos por otros promotores. De inmediato, desde otro foco emisor distinto, alejado o contiguo, comenzaron a difundirse la vida y milagros de los investigadores, sus antecedentes políticos e ideológicos, sus peripecias profesionales y los negocios que compatibilizaban con la chapa policial.

De los hechos descritos podría deducirse que alguien ha utilizado a los agentes como instrumento político, que la autonomía de la que gozan algunos policías supera la legalidad y que existen disputas y malquerencias en el seno del CNI. El Ministro del Interior, su jefa la Vicepresidenta del Gobierno y la oposición Socialista, todos ellos, mantienen un silencio indecoroso. Una vez más se maneja la vieja consigna de hacer la vista gorda cuando se trata de garantizar la seguridad del estado. Una vez más, se nos dice que los ciudadanos cívicos y pacíficos, limpios de cualquier sospecha, que respetan la ley y el orden, nada tienen que temer de los funcionarios dedicados a protegerles, pero yo dormiría más tranquilo si me aseguraran que nuestros benefactores actúan perfectamente controlados por los mandos democráticos. Los mortadelos que habitan en el TBO son muy divertidos y simpáticos, pero reencarnados entre nosotros resultan peligrosísimos.
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