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A Rajoy no le gustan las coletas. Ni los tertulianos

A Rajoy no le gustan las coletas. Ni los tertulianos

La verdad es que nunca, desde aquel 13 de marzo de 2004, ha habido una jornada de reflexión, la de las elecciones andaluzas, menos reflexiva: diecisiete detenidos en Madrid tras algunas alteraciones del orden que siguieron a una 'marcha por la dignidad' convocada básicamente por Podemos, precisamente, qué casualidad, en esa jornada irreflexiva; mientras, el presidente Rajoy arremetía en Valencia contra los "adanes", los "zascandiles", los "amateurs", los "tertulianos", los "comentaristas". Y en un mítin en Puebla de Sanabria, protagonizado por Pedro Sánchez, el alcalde de la localidad gritaba que hay que votar al PSOE para que los dirigentes del PP "no nos pongan en el paredón y nos peguen dos tiros". ¿Es así, lo pregunto en serio, como queremos encarar el futuro post Andalucía?

Primero, la ilegalidad: tengo para mí que, en tiempos de Internet y de televisiones a todo pasto, es un fraude de ley organizar actos políticos fuera del territorio andaluz en la jornada de reflexión. Otra cosa es, que lo es, que la normativa electoral, esa que prohíbe publicar sondeos desde un determinado momento, o la que impone una jornada de familia y silencios para todo el mundo el sábado antes de la marcha a las urnas, esté por completo obsoleta en estos tiempos, ya digo, que corren por las ondas.

Pero dejemos de lado discusiones, acaso, de leguleyos. Debo confesar que me ha dejado perplejo no la nueva 'marcha por la dignidad' en jornada de presumible victoria de Susana Díaz; no la salida de tono del señor alcalde de Puebla de Sanabria; lo que de verdad me ha producido pasmo ha sido constatar, como si hiciese falta, el muy escaso respeto que nada menos que el presidente del Gobierno de España siente por los profesionales de la comunicación. O, al menos por algunos profesionales de la comunicación. Y por los atuendos de los dirigentes de Podemos, a los que, seguramente, va dirigido eso de 'adanes': según los diccionarios, la acepción común de un 'adán' es la de aquel hombre que va desaseado, con indumentaria descuidada. Yo diría que a Rajoy no le gustan las coletas. O acaso tampoco esos chalecos, algo pretenciosos, de Monedero.

Veo que tampoco le gustan los tertulianos. Ni los comentaristas. O algunos tertulianos y algunos comentaristas; supongo, que otros, sin duda, habrán de agradarle algo, digo yo. A mí, que me desempeño frecuentemente en tales funciones, las de tertuliano y comentarista, puede que también me desagraden algunos colegas, pero procuro guardarme el disgusto para mi coleto (que no coleta) y, si acaso, combatirlos con razonamientos, en un debate civilizado y puede que hasta constructivo; por cierto, jamás me dejaría una coleta, pero eso ¿a quién le importa?. Sospecho que yo, aunque me esfuerce por mostrarme moderado en mis análisis y solo ocasionalmente mordaz en mis palabras, y aunque no creo que se me pueda calificar de 'adán' -suelo llevar hasta corbata, fíjese--, debo figurar entre aquellos fustigados por el presidente de la nación, nada menos, tal vez con la categoría de 'zascandil'. Felipe González me detestaba, Zapatero ya me llamó una vez 'escéptico', en plan descalificatorio, y Aznar decía que mí que era "Jáuregui el malo", en contraposición al bueno, mi hermano que trabajaba con él en La Moncloa. Un dudoso honor, este del desapego presidencial, para quien suscribe, pero prefiero tomarlo como honor.


Lo de Rajoy es, en todo caso, una mala entrada en la era pos-elecciones andaluzas. Y en la campaña que se abre inmediatamente, mirando hacia las ya muy cercanas -faltan dos meses-elecciones municipales y autonómicas. Bueno, ya sabíamos que a Rajoy no le gustan los periodistas. Me temo que al resto de los candidatos tampoco les gustamos mucho: ley de vida. Es, supongo, nuestro sino. Estamos acostumbrados a que, en campaña, nos traten un poco mejor que en las restantes épocas; pero, la verdad, resulta casi inédito este arranque de franqueza presidencial. Yo creía que él -así lo va diciendo, al menos-ni leía las columnas periodísticas ni veía o escuchaba las tertulias, buenas o malas, según quién opine, que proliferan en los medios audiovisuales. A Rajoy le hemos visto con la sana costumbre de mantener apenas un periódico deportivo en sus apariciones públicas. Algo muy respetable, por lo demás. Pero aquí nadie da puntada sin hilo.


Luego se extrañan de que las encuestas digan lo que dicen y de que los resultados electorales sean como son.



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