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Folketing y los españolitos

Folketing y los españolitos

martes 24 de marzo de 2015, 19:53h
Desde 1909 ningún partido ha conseguido la mayoría suficiente para gobernar en Dinamarca. Su sistema, monarquía parlamentaria, renunció al bicameralismo en 1953 anulando el Landsting y quedando únicamente el Folketin como única representación popular.

El sistema de reparto es proporcional. Comparado con el sistema español, podríamos decir que es "absolutamente" proporcional, pero el reflejo de la proporcionalidad censal en una cámara de diputados es difícilmente exacto. (De ahí inventos como el sistema D'Hont modificado de España).

El legislador danés decidió en 1920 que poner cortapisas a la voluntad popular era inapropiado, así que redujo la exigencia de respaldo popular al 2% de los votos para poder obtener representación parlamentaria. Este sistema ha permitido que nunca haya habido menos de siete partidos con representación ni gobiernos que no hayan tenido que pactar, bien para la legislatura completa -4 años-, bien por acuerdos concretos, con otros partidos.

El resultado es una sociedad muy comprometida con la política -75% de los daneses se declaran muy interesados en el tema-; que adora el consenso lo que obliga a los parlamentarios a pactar con luz y taquígrafos y cumplir lo acordado; que participa en política -15% de abstención, 75% de afiliación sindical- y que no recuerda casos de corrupción significativos desde 1980.

Con la asunción de los principios del Estado del Bienestar como pilares básicos de la sociedad danesa, se produjo la disolución gradual del vínculo tradicional entre partidos y clases sociales pasando todos los partidos a ser transversales aunque con distinta inspiración filosófica, comunistas, socialdemócratas, radicales -son de centro-, centro derecha y derecha. Todos ellos tienen en su ADN dos premisas axiomáticas: el estado del bienestar no se toca, caca, y todo hay que pactarlo con los demás ya que raramente un partido en solitario alcanza más del 30% del parlamento. Es decir, ni se gobierna contra la mitad de la población, como hace el PP de Rajoy, ni se hace política del miedo buscando que se vote para que no salga el otro.

Esta visión poliédrica de la sociedad que resulta en un parlamento multipartidista influyó también en el otro gran poder necesario en democracia: los medios de comunicación. Con la disolución del vínculo partidos-clases sociales desapareció también la necesidad de controlar los medios desde los partidos. Así, un grupo como PRISA en simbiosis con el PSOE (oficial) o un grupo como VOCENTO hipotecado con el PP (oficial) son inaceptables en Dinamarca.

Por supuesto, los políticos daneses tuvieron que pasar el sarampión de aprender a entenderse y asumir que representaban a los daneses y tuvieron que dejar de ser casta. Pasaron por una etapa de adaptación en la que la política danesa sufrió un período inestable con Gobiernos débiles y minoritarios que aguantaban un promedio de dos años y producían gran movilidad en el electorado. Pero al fin los dirigentes daneses entendieron que la movilidad del electorado era reflejo de los intereses de los ciudadanos y que sus representantes, si eran responsables, debían aprender a entenderse. Y así o hacen desde los 70 del siglo pasado.

Económicamente no les va mal -claro que al no tener corrupción, las cosas cuestan en Dinamarca mucho menos que en nuestra cleptocracia y las inversiones rinden más y mejor-: con el 65% del territorio dedicado a la agricultura, incluyendo un 12% para bosques y silvicultura, esta actividad representa apenas un 2% del PIB. Y como no tienen casi materias primas, el grueso de su economía se basa en la industria (primeros en la fabricación de aerogeneradores), los servicios profesionales y la investigación médica y farmacéutica. Y aún destinan un 1% del PIB para ayuda internacional humanitaria.

Su tasa de crecimiento es del 1,2% anual, su nivel de paro oscila entre el 2 y el 3% -vienen de un 13% en el 95- y su PIB per cápita alcanza los 45.500 € anuales. Comparando con España, nuestro crecimiento después de desmontar el estado del bienestar es de 1,4%, la tasa de paro del 26% y el PIB per cápita es de risa en comparación, apenas 22.800.

La falsa Ingobernabilidad de parlamentos fragmentados es la Última Frontera que debemos batir los españoles para llevar nuestra democracia al siguiente nivel, el nivel de países serios como Dinamarca. Andalucía ha dado el primer paso.
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