viernes 08 de mayo de 2015, 13:08h
Uno de los
tópicos que adornan el sistema democrático se basa en dos afirmaciones
discutibles: la alternancia en el poder y la necesidad de pactos. Pero una cosa
son los adornos y otra muy distinta que esos adornos estén en la esencia misma
del menos malo de los sistemas políticos según dijo Churchill, aunque la frase no
es textual. Quiero decir que sobre la alternancia lo que verdaderamente importa es la posibilidad de que se produzca
si los ciudadanos quieren, pero no parece condición sine que non viendo, por
ejemplo, el caso de Andalucía dónde, cómo se sabe, el PSOE lleva 33 años sin
alternar nada y subiendo. Lo de los
pactos resulta más complicado porque el pacto siempre lleva un peaje que pagan
quienes apoyan y quienes reciben el apoyo.
Estamos hartos en el Congreso de ver como se cambian votos favorables de
grupos nacionalistas por ejemplo a unos presupuesto generales -incluso a cosas
menores- que afectan al conjunto de los españoles por obras "locales" que nada
tienen que ver con los votos prestados. ¿Eso es democracia o chantaje?
Ahora estamos
asistiendo -y lo que nos queda- al hasta cierto punto bochornoso espectáculo
que ha protagonizado la hasta hoy (ayer) posible presidenta de la Junta de
Andalucía y los representantes de los dos neopartidos que poco tienen que ver
el uno con el otro. Susana Díaz dejó a Chaves y a Griñán a los pies de los
caballos sin demasiados problemas porque era una de las condiciones que le
ponían las minorías para dar su abstención (ni siquiera su apoyo) y la
candidata debió pensar que el poder bien vale la cabeza de dos bautistas. Pero
no fue suficiente y por eso se levantaba los lunes miércoles y viernes más bien
tirando a la izquierda para acercarse a Podemos y los martes jueves y sábados
infinitamente más centrada para que Ciudadanos la bendijera. Cuando las cosas
se torcieron y nadie quería retratarse antes del 24 de Mayo -y posiblemente
antes de las próximas generales- doña Susana habló incluso con el PP y en cada
discurso sacaba promesas para todos los gustos. Pues ni por esas. Adelantó las
elecciones para dar estabilidad al gobierno andaluz y la cosa le salió
rematadamente mal: ni estabilidad ni gobierno. Y encima les echa la bronca
cuando sabe que tiene que volver a negociar con ellos. Va de acierto en
acierto.
Pero en todo
pacto hay al menos dos lados y también las otras partes contratantes se ven
obligadas a renunciar a algunas cosas porque tampoco tienen tanta fuerza aunque
sean la llave de la presidencia y, a la sombra del buen nombre que siempre ha
tenido esto de pactar (casi siempre, hay excepciones escandalosas), están
dispuestas a renuncian... ¿a qué exactamente y por qué? Ese es la cuestión: mientras
no sea a sus principios esenciales y mientras no sea para pillar y estrenar
poder, resultaría admisible. ¿Pero cómo presentarse Podemos, por ejemplo, ante
su electorado convertido en sostén de la casta? ¿Cómo predicar Ciudadanos sobre
una España no corrupta apoyando aunque sea mediante la abstención al gobierno
de los ERES? Y el PP, que se ha contagiado de Rajoy, mirando todo desde el
palco sin mover un dedo ni decir esta boca es mía.
Pues esto es lo
que nos espera pero en grande. Al final, claro, se decantarán las posturas y habrá soluciones no sé si patrióticas o de
pura conveniencia, pero habrá soluciones. Y lo que nadie puede negar a estas
alturas es que los neopartidos -con sus subidas y sus bajadas, sus aciertos y
sus errores- han servido para una primera limpieza de todos y para que todos se
aten los machos de hoy en adelante. No han barrido mucho, esas es la verdad, pero
algo han tenido que hacer y que decir tanto el PP como el PSOE frente a una
ciudadanía harta ya de estar harta. Si este barullo es el tímido comienzo de
una nueva forma de hacer política, bienvenido sea. Si al final se convierte en
un zoco de componendas, todos habremos perdido.