A medida que uno va cumpliendo
años, se va haciendo más comprensivo con las faltas y errores del prójimo. Como
el líder de Ciudadanos,
Albert Rivera, es todavía insultantemente joven, carece
acaso de esa pátina que te da el tiempo y que hace que todo lo relativices.
Incluyendo la mismísima edad propia y la de los ajenos. Decir que solamente los
nacidos en democracia, es decir, a partir de 1978, están capacitados para
regenerar la vida política española es muy fuerte. Y ya sé que Rivera, que es
persona sensata, no quiso decir exactamente lo que comentaristas, tertulianos y
redes sociales le han, hemos, achacado, pero la verdad es que
Freud se coló en
las apreciaciones del carismático Don Albert: existe poco aprecio entre la
clase emergente -y no solamente en ella-por eso que podría llamarse 'gente con
experiencia'. Es decir, por la gente mayor, o llámele usted, si quiere, vieja.
Tremendo error el cometido ya
en primera instancia por el no tan joven
Monedero -no pasaría el 'corte' de
edad establecido por Rivera--, cuando dijo aquello de que la democracia no la
trajeron ni
Adolfo Suárez ni
Juan Carlos I. No sé si el desprecio por los
'popes' de la transición está justificado en el efebismo que ha imperado en la
política española desde los primeros años ochenta, cuando los presidentes del
Gobierno llegaban a La Moncloa con poco más de cuarenta años. Pero sí sé que he
visto de cerca muchos de los esfuerzos, renuncias, sacrificios y también, cómo
no, excesos de quienes fabricaron la trayectoria política en estas cuatro
décadas desde que Franco se murió en la cama y el hoy Rey emérito ascendió al
trono, que Rivera considera, por lo visto, poltrona (y algo de eso puede,
incluso, que haya habido, lo reconozco).
Lo cierto y verdad, lo justo,
es que no puede hacerse tabla rasa de cuantos han servido lealmente al Estado
durante estas décadas, que por cierto han sido una mayoría. Otra cosa son los
excesos que se cometen en la dialéctica (vamos a llamarla así) de las campañas.
Si, en el fragor de la pelea electoral, Rivera quiere gritar que su principal
rival,
Mariano Rajoy (que acaba de cumplir los sesenta), está viejo para
acometer los cambios que España ahora necesita, que lo diga, y que debatan
entre ellos acerca de las reformas que cada cual entiende que hay o no que
poner en marcha. Pero debe tener en cuenta el carismático líder de Ciudadanos
que no todos los que ya vamos por la pendiente que desciende hemos disfrutado
de poltrona alguna: nadie nos ha regalado nada y hemos contribuido, con nuestro
trabajo, a veces con nuestra renuncia, a que Albert Rivera pueda decir
lo-que-le-de-la-gana en campaña o fuera de ella, con o sin ropa en los carteles
electorales. Y que acaso no todos los que somos (aún) mayores que Rajoy
compartimos su inmovilismo frente a algunas cuestiones.
No creo, en suma, que ser un
buen o mal político, un buen o mal candidato, un buen o mal
regeneracionista, consista solamente, ni principalmente, en una cuestión de
edad. Ahora, los de Podemos, que se han dado cuenta de que más de la mitad de
los españoles, y más del sesenta por ciento de los votantes, sobrepasan esos 38
años en los que Rivera coloca el límite de los posibles 'reformistas', llaman a
votar 'con memoria' para "honrar el trabajo de los abuelos y abuelas". No sé si
en este eslogan no subyacen los mismos elementos freudianos de desprecio a la
veteranía que en las palabras de Rivera, pero sí coincido con las gentes de
Pablo iglesias en que los 'yayos' han sacado, y están sacando, no pocas
castañas del fuego a sus hijos y a sus nietos.
Bueno, y ahí están gentes tan
estimables como
Manuela Carmena, Ángel Gabilondo o, para poner guindas de todos
los colores,
Esperanza Aguirre, demostrando que sí, que se puede predicar el
cambio peinando canas. Y a
Aznar, aunque se tiña las canas, y a
Felipe
González, que no se las tiñe, bien que les llaman los suyos para que eleven
algo el nivel de ciertos mítines.
Pido perdón a Rivera por
haberme excedido acaso en este comentario que sé que le disgustaría si lo
leyera: sé que ha matizado lo dicho, y que seguramente anda pesaroso por el
'lapsus'. Pero me parece que, sobre las muchas divisiones que ya aquejan a las
dos Españas, la barrera de la edad no puede oficializarse como otro muro, uno
más. Que esto no es la peor Francia, la de los
Le Pen, hombre.
- El blog de Fernando Jáuregui. 'Cenáculos y mentideros'