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Por la boca muere el pez

Por la boca muere el pez

miércoles 13 de mayo de 2015, 16:31h
Cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. En política, seguramente nadie hay más dueño de sus silencios que Mariano Rajoy, pero cuando los candidatos se lanzan a la campaña electoral, sin red y sin suficiente reflexión, la esclavitud de lo que dicen les juega malas pasadas. Ya he dicho en alguna ocasión que si los dirigentes de Podemos hubieran podido llegar al 24 de mayo y a las elecciones generales, sin decir una sola palabra, hubieran ganado por goleada. Bastaba con esperar a ver pasar el cadáver de sus enemigos. Les ha fallado que han tenido que hablar y poner sobre la mesa un programa político y responder, perdón, tratar de esconder las acusaciones de falta de ética de algunos de sus dirigentes. Y han bajado ya muchos puntos en las estimaciones de votos de las encuestas. Por la boca muere el pez. 

Lo mismo le empieza suceder a Ciudadanos y a Albert Rivera. La sobreexposición mediática, el tratar de ser original cada día, cada minuto, la necesidad de dar un mensaje nuevo constantemente y marcar diferencias con los que ostentan o, según quien hable, detentan el poder es como subirse al trapecio por primera vez y sin red. Alguno tiene que caerse. La agresividad, la crispación y la improvisación  están dando un giro a la campaña que promete seguir creciendo hasta el día 22. O hasta el 23, si la reflexión es sustituida por la agitación. Podemos no habla de sus programas sino que diferencia entre los muy buenos y los muy malos, entre los muy honrados y la casta, entre los políticos y las mafias. Todos los que no están con ellos -incluso Monedero- son malos, casta y mafia. Y ladrones. No es sólo el insulto, coreado y aplaudido a rabiar por los descontentos que van a sus mítines, también hay "innovación". Ada Colau, brillante en otras cosas, ha propuesto crear una moneda propia en Barcelona que sirva para pagar parte de los sueldos de los trabajadores públicos y para dar préstamos y microcréditos a las pequeñas y medianas empresas. Me temo que no sólo pueden huir de Cataluña las grandes empresas y los inversores, también lo harán todos los demás empresarios y muchos funcionarios.

Albert Rivera se ha echado a medio país en contra al proponer que le regeneración la piloten los jóvenes que han  nacido en la democracia, como si el resto de los ciudadanos no pintáramos nada o no fuéramos capaces de hacerlo. No he oído hablar a ninguno de los principales problemas de este país: el empleo, la innovación, la educación, la Justicia, la sanidad. Ni siquiera ha habido una propuesta de concentrar ayuntamientos. De los ¡8.122! que tenemos, en 4.000 hay menos de 500 personas y todos eligen alcalde y concejales. Esto, más que una campaña política, parece el camarote de los hermanos Marx. Más madera, menos reflexión. En lugar de hablar de innovación, de eficiencia, de control, de austeridad, se les va la fuerza por la boca.  
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