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Reinventar partidos
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Reinventar partidos

domingo 31 de mayo de 2015, 14:22h

Nicolás Sarkozy se ha reinventado el partido de la derecha francesa, UMP, y le ha cambiado el nombre –ahora serán Los Republicanos- y los Estatutos en un intento de reconquistar el Eliseo. Si la docena de casos de corrupción que le persiguen no frenan su carrera, en 2017 puede ser de nuevo el presidente de la República francesa, desmontando al socialismo de Hollande y frenando a la extrema derecha de Le Pen. Tal vez cuando en España gobierne la izquierda de la izquierda, lo que puede suceder si los dos partidos mayoritarios no se reinventan de verdad, Incluso cambiando el nombre.

Sarkozy ha apostado por recuperar los principios fundamentales y los valores tradicionales de los franceses, por proponer una refundación de la Unión Europea –amenazada, esta vez con mucha mayor gravedad que en el caso griego, por una posible salida de Gran Bretaña-, por resolver los problemas de los ciudadanos sin atropellar sus derechos como han hecho los socialistas --¿les suena?- y por recuperar “La República de la confianza”. El problema del PP, también el del PSOE, en España es, también de recuperar la confianza, pero más profundo. Se trata de encontrar su lugar, su mensaje y sus votantes en una situación nueva. Al igual que en la transición, se está produciendo un imparable relevo generacional, un potente voto joven y un intento de ocupación por los jóvenes de los espacios políticos de los que habían huido, cómodos y pasotas, durante lustros y a los que no les dejaban entrar los mayores, detentadores de todas las parcelas del poder.

En España, la regeneración tiene que empezar por los partidos tradicionales, si no quieren verse machacados por los partidos emergentes. El ejercicio absolutista del poder por los aparatos de los partidos, la falta de transparencia, el rechazo consciente a una mínima democracia interna, la corrupción amparada y tolerada, cuando no impulsada, y la forma de elaborar las listas electorales, premiando a los obedientes y expulsando a los que piensan, nos han llevado a una situación límite. No estoy seguro de si es el poder el que corrompe –y a más poder, más corrupción- o si es la forma de ejercerlo -sin controles internos ni externos- lo que provoca la degeneración del sistema. Pero o se actúa con firmeza y sin pérdida de tiempo, o esta democracia está en riesgo.

Es momento de cambios y de reinventarse. PP y PSOE tienen que dar señales muy claras del cambio antes de las próximas elecciones generales si quieren seguir teniendo algo que decir. Entre los dos representaban -¿representan todavía?- entre el 60 y el 80 por ciento del electorado. Sin cambio de personas, sin caras nuevas, pero sobre todo, sin ideas nuevas y sin un compromiso expreso y público con los ciudadanos de cambiar y democratizar sus estructuras y de escucharles, se verán abocados a la derrota. Dice un proverbio inglés que “los políticos y los pañales deben ser cambiados frecuentemente y, en ambos casos, por la misma razón”. Pues eso.

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