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Vacunas

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 08 de junio de 2015, 09:53h

Hace pocos días, los medios difundieron una noticia que parece de tiempos remotos. Un niño de Olot se encontraba en estado crítico por haber contraído la difteria, enfermedad infecciosa que se daba por erradicada hace varias décadas. La enfermedad no la contrajo el pobre niño por defectos del sistema sanitario español sino porque sus padres no lo inmunizaron, por ser catequizados por sectas antivacunas. No solo pusieron en riesgo a su hijo sino a otros niños que por confianza en la erradicación, por oscurantismo o por negligencia no habían sido inmunizados en áreas cercanas. Una aberración de este tipo sorprende en una nación que tiene entre sus glorias haber actuado como vanguardia en la erradicación universal de la viruela mediante inoculaciones en vivo. Me refiero a la expedición financiada por la Corona, en 1803, reinando Carlos IV, sensibilizado por haber visto morir a una hija de viruelas y aconsejado sabiamente por el Consejo de Indias.

La mentalidad ilustrada de aquella época decidió extender por el mundo de influencia española el descubrimiento probado de Edward Jenner, que había observado como los paisanos del Condado de Gloucester habituados a ordeñar vacas –de ahí la palabra vacuna- se ofrecían voluntariamente a cuidar a los enfermos de viruela porque ellos se consideraban inmunizados. Sabían que no se contagiaban por su contacto habitual con las pústulas de las ubres de las vacas. El doctor Francisco Javier Balmis propuso trasladar a niños vacunados por el método de Jenner a América, utilizando los únicos medios existentes en su época: viajar con niños en proceso de incubación de la vacuna en barcos de vela. Tuvo la colaboración inestimable de Isabel de Cendala. Una mujer avanzada, funcionaria del hospicio de la Coruña y de las monjas que prestaban servicio en aquella casa. La expedición zarpó de la Coruña a finales del año 1803 y contó en principio con la corbeta denominada “María Pita” –otra avanzada mujer coruñesa- y su capitán, el vasco Pedro del Barco. Luego, en el Pacífico, con Juan Vernaci, capitán del “Magallanes”, teniente de navío en la reserva que había navegado, en anteriores expediciones científicas, a bordo de la “Descubierta”, en la expedición de Malaspina. A nadie, en aquellos lejanos tiempos, se le ocurrió la postura oscurantista de no ser partidarios de las vacunas.

Por ello resulta incomprensible que, en nuestros días, haya aparecido una monja exhibicionista apellidada Forcades, por supuesto sin hijos, como divulgadora entusiasta de las memeces contrarias a las campañas de vacunación. Es una sicología compleja la que lleva a algunas monjas “sui generis” a salir de la humildad de las clausuras hacia la espectacular vanidad de las televisiones. Cuando el espectáculo es inocente y no hace daño a nadie, puede pasar. Hay un cierto infantilismo en esas monjas artistas que aparecen, de cuando en cuando, como dulces de repostería conventual, mostrándonos efímeramente sus habilidades escénicas. Pero cuando estas féminas mueven sus tocas para asumir posiciones anticientíficas o antipolíticas, en un mundo que no han visto más que por el ojo de la vieja cerradura del convento, el espectáculo es lamentable.

Esta siniestra monja Forcades, además de no ser partidaria de las vacunas tampoco es partidaria de la unidad de los españoles. Es nacionalista, que es otra infección autóctona que permanece dormida, a la espera de que la Unión Europea se olvide de vacunar a algún rincón de su geografía. Debe creer, como Artur Mas, que se puede seguir en los niveles económicos, culturales y sanitarios de Europa al margen de las leyes de la Unión Europea y de España. Es una pena que no se hubiese inventado a tiempo una vacuna contra el separatismo y así, inmunizado desde niño, personas como Artur Mas quizá hubiesen sido unos excelentes administradores de sus funciones estatales y de sus competencias territoriales.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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