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La estrategia bicolor de Pedro Sanchez

lunes 22 de junio de 2015, 12:43h

En once meses un desconocido parlamentario, concejal y profesor universitario de 43 años llamado Pedro Sánchez se convirtió primero en secretario general del PSOE y en este arranque oficial del verano 2015 en candidato de su partido a la presidencia del Gobierno. No es el más joven en conseguirlo -José Luis Rodríguez Zapatero lo consiguió con 40 y Felipe González con 32- pero puede que se convierta en el tercer socialista inquilino de La Moncloa pese a que su partido ha conseguido menos votos que nunca en las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Menos votos que no han impedido que los socialistas recuperen una gran parte del poder institucional que perdieron en 2011 gracias a los pactos con las fuerzas políticas situadas a su izquierda.

Para celebrarlo y sin pérdida de tiempo Pedro Sánchez ha roto con la escenografía republicana y tricolor de sus siglas. En un gran escenario a la americana, con una enorme bandera rojo gualda presidiendo el acto, el líder del PSOE ha utilizado la enseña nacional para situarse en el centro político, desmintiendo a Mariano Rajoy y a los suyos en sus ataques de un supuesto radicalismo y emulando lo que ya hizo en 1977 Santiago Carrillo con la bandera y el Partido Comunista. Nada de colores de la guerra civil, nada de recuerdos de las dos Españas, una sola identificada en la bandera que trajeron los Borbones.

Pedro Sanchez quiere convertir el Partido Socialista en el Partido Demócrata norteamericano. Felipe González quiso hacerlo hace 25 años pero el equilibrio de fuerzas en el interior del partido se lo impidió. Quiso imponer primarias, abrir el PSOE a la sociedad, que se pudiera presentar cualquiera a la candidatura electoral. No era el tiempo de los cambios y todo ese andamiaje se quedó en el baúl de los recuerdos. Ahora Sanchez lo desempolva pero con sordina. No hay auténticas primarias ya que no hay candidatos alternativos y la estructura interna impide, por ahora, que los ciudadanos puedan participar de forma activa y directa en la elección de sus candidatos.

Lo que ha hecho el secretario general del PSOE es declararse abiertamente socialdemócrata, olvidarse de los buenos - malos resultados electorales de mayo y escenificar su elección de candidato por encima de los que le han apoyado en estos once meses, de los que le han criticado y de los que han conspirado para derribarlo. Si los pactos con Podemos y otras fuerzas de la izquierda no hubiesen funcionado o el PP hubiese conseguido ese puñado de votos que le hubieran permitido mantener una parte del poder territorial perdido, la suerte de Pedro Sánchez sería muy distinta. La suerte acompaña a los audaces y el ex profesor de la Universidad Camilo José Cela lo es, sin duda.

Quiso estar sólo en el escenario. Sin puños, ni rosas. Con su mensaje escueto de tiempo de imagen e internet. Nada de grandes discursos y promesas. Guiños sociales y búsqueda del centro político. Deja que Podemos le proteja la izquierda. Cree que puestos a elegir, los ciudadanos le escogerán antes a el que a Pablo Iglesias. Y desde el centro empuja al PP de Mariano Rajoy hacia la derecha.

Al final, en la traca de aplausos, subió a su lado Begoña, "la alegría que borra mi cansancio al llegar a casa", toda de rojo pasión y sonrisa sin trampas. Forman un equipo, en una estrategia de comunicación muy parecida a la que se sigue en el palacio de La Zarzuela con los Reyes. Familiaridad que se supone cercana, del siglo XXI, en la que los liderazgos se comparten y así se transmite. Todo pensado, meditado, ensayado para que parezca lo más natural posible. Es el gran "reality" de la política española de nuestro tiempo.

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