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El voto decisivo

viernes 30 de noviembre de 2007, 09:33h
En la noche electoral, los políticos triunfadores, cualquiera que sea su adscripción ideológica, suelen decir que gobernarán para todos, también para los que no hayan votado a la candidatura que representan. Son palabras esperadas, llenas de calculada generosidad y cortesía, que todo el mundo agradece, pero que naturalmente nadie se toma en serio. Podemos decir que se trata de una mentira socialmente tolerada. Un gesto tan caballeroso como falso. Una cosa es que la acción del gobierno alcance sin remedio, cuando no a su pesar, a todos los ciudadanos, y otra muy distinta, que lo haga sin consideración a los intereses de su electorado. El problema estriba entonces en identificar correctamente el voto decisivo -el más difícil de conseguir o mantener- para cualquier organización política.

La primera obligación de un partido en el poder es conservarlo, buscando en las siguientes elecciones ampliar el número de sus votantes o, al menos, mantener la mayoría que le ha permitido gobernar. Y como en un sistema parlamentario si no se dispone de mayoría absoluta se necesita conservar o conseguir los apoyos de otros grupos, la estrategia electoral tiene que contemplar, junto el objetivo primario de obtener la mayoría, la eventualidad de tener que recurrir a pactos poselectorales. Para formar gobierno tan relevantes pueden ser los votos propios como el peso de la representación de los posibles aliados que completan una mayoría relativa.

Ante las elecciones del próximo mes de marzo, y dando por sentado lo anterior, cabe preguntarse, por un parte, si el PSOE ha conseguido realizar desde el poder un política que, por complacer a su electorado potencial, garantice su continuidad en el ejecutivo; y por otra, si el PP ha desarrollado en la oposición una estrategia política acertada para, ampliando sus votos o sus posibles alianzas con otras formaciones, recuperar el gobierno. Las series de resultados electorales anteriores nos proporcionan interesantes pistas sobre el sector social que, en cada uno de los partidos mayoritarios, ha tenido el carácter de voto decisivo. El índice de participación de sus respectivos electorados tienen también una desigual afectación en el resultado final.

Los resultados precedentes apuntan a que el gobierno socialista necesita una alta movilización de sus votantes, en especial de los situados en su ala izquierda. En este grupo se encuentra su voto decisivo, precisamente por la mayor dificultad en que se materialice, dada su probada tendencia a la abstención. Un cuerpo electoral que está integrado, esencialmente, por jóvenes nuevos electores, votantes progresistas desencantados y simpatizantes de IU, aquellos que vienen ejerciendo el llamado voto útil con el fin de cerrar el paso a la derecha. La estrategia preelectoral, desplegada por el gobierno desde el verano, parece, sin embargo, estar diseñada sin consideración a los intereses, motivaciones y fidelidades de este sector de izquierda.

Si interpretamos las medidas adoptadas o anunciadas por el ejecutivo en los últimos meses en clave de asociación ideológica, parece claro que el gobierno socialista se ha propuesto moderar su sesgo ideológico para ampliar su base electoral en el centro político. Algunas señales parecen confirmar esto: el empeño en incorporar al mensaje político socialista los símbolos nacionales, como la campaña "Gobierno de España"; la aplicación de medidas fiscales que desconocen el nivel de renta de la población, como el cheque-bebé de 2500 € para todos; la asunción de la reducción de impuestos como parte de su discurso, renunciando a la clásica pedagogía de la redistribución de la renta por vía tributaria; o la rebaja de las expectativas legislativas en ámbitos simbólicos para la izquierda, como la llamada Ley de la Memoria Histórica.
El Partido Popular, por su parte, afronta la cita de marzo con la probada fidelidad de su voto tradicional, renovado en cada elección. El hundimiento de otras fuerzas de centro le ha permitido aglutinar una amplia mayoría de centro-derecha, aunque insuficiente para gobernar en solitario. Salvo fuerte retroceso de la izquierda, y no se observan razones coyunturales que justifiquen un fenómeno así, sus posibilidades de volver al poder están vinculadas directamente a su capacidad para formalizar pactos. La estrategia de contestación de los nacionalismos periféricos, iniciada en su última legislatura de gobierno y profundizada durante la oposición, ha desechado por ahora esta vía al quebrar la confianza de sus posibles aliados. 

Cuando se piensa en las escasas perspectivas de triunfo que se atribuyen hoy al PP en las próximas elecciones generales, es inevitable constatar dos hechos poco controvertibles: primero,  la derrota de 2004 no fue aprovechada para renovar a fondo a la dirección, permitiendo la continuidad de los dirigentes fracasados; segundo, el control del discurso político por el ala más derechista del partido, como el insensato seguimiento de la ridícula teoría de la conspiración en el atentado del 11-M, o el irresponsable intento de aprovechamiento partidista de la política antiterrorista, ha impedido realizar una oposición razonable que resultara eficaz para convencer a los sectores moderados de la existencia de una alternativa de gobierno.  

De acuerdo con este análisis, el voto decisivo para el Partido Popular es su electorado moderado, ya que carece de competencia en su ala derecha. Pero, la pretensión de ampliar su espacio centrista, manteniendo a la vez el protagonismo del sector ultraderechista, se antoja bastante dificultosa. La aspiración del gobierno socialista a mantener la movilización de izquierda, sin preocuparse por estimular esta respuesta y optando, en cambio, por una estrategia de contención del voto moderado tampoco parece totalmente segura. De hecho, la extraordinaria victoria del PP en la Comunidad de Madrid, en las pasadas elecciones autonómicas, no se debió al aumento significativo de sus sufragios sino a la fuerte deserción del votante socialista de izquierdas.

* Fidel Gómez Rosa es Brigada de Aviación y Doctor en Ciencias Políticas
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